A ver, algunas cosas, por partes.
Respecto a mi anterior mensaje, la cita de Goytisolo venía a propósito de mostrar que no soy el único, ni mucho menos, que cuestiona las tesis bastante desfasadas de Sánchez Albornoz. Las palabras de Goytisolo quizás habría que matizarlas, porque, por ejemplo, parece generalmente admitido que los árabes sí que hicieron incursiones más allá de los Pirineos, en lo que hoy sería el sur de Francia. Lo que hay que comprender es que en la Historiografía (la Historia es el análisis y el relato de los hechos históricos, hasta donde los datos disponibles lo permitan, mientras la Historiografía es, por así decirlo, la historia de los historiadores), hay diferentes escuelas, diferentes ideologías de cada historiador, diferentes métodos de análisis, etc. Como los datos disponibles para ser estudiados raramente son completos, y esto es más verdad cuanto más atrás retrocedemos en el tiempo, de ahí salen las diferentes hipótesis, no siempre certezas, hipótesis que son debatidas hasta que se produce un consenso amplio entre los historiadores. Es decir, la Historia no la escribe una sola persona, por muy sabia que sea, debido a todos los condicionantes mencionados. Además, los datos son cambiantes, puesto que a medida que aparece más información, algunos datos son descartados, otros reafirmados, y otros matizados. De ahí que la Historia sea una rama del conocimiento en constante reelaboración, hasta que la información disponible queda agotada. Por eso se pueden compartir cosas razonablemente con un historiador concreto, pero nunca en su totalidad, siempre es saludable el cuestionamiento. Es ese proceso sin fin, dialéctico, el que produce la Historia en su conjunto. Sánchez Albornoz también tenía sus condicionantes. Por ejemplo, ya no sólo su propia ideología o el contexto histórico español de su época (crisis de credibilidad del Estado, sentimientos de decadencia, pérdida de las últimas colonias, aparición o reforzamiento de los nacionalismos peninsulares, etc.). Otras cuestiones que le condicionaban eran el tremendo atraso cultural y científico de la España de la época. Por ejemplo, era tradición creer a pies juntillas el texto literal de las antiguas crónicas medievales (no hablo de milagros y cosas así), hasta que llegó un francés, Lucien Barrau-Dihigo, que en 1921 hizo un estudio exhaustivo de los documentos tocantes al Reino de Asturias, mostrando dónde se hallaban las falsificaciones e interpolaciones (una interpolación es cuando alguien copia un documento antiguo, pero no lo respeta al pie de la letra, sino que añade algo de su propia cosecha). Así, una crónica que habla de hechos del siglo VIII puede estar redactada en el X, y llegarnos otra copia del XII donde se añaden cosas sustanciales, mientras que la original ya está desparecida para siempre. Como a veces existe más de una copia del mismo documento, en ocasiones quedan patentes las contradicciones, y no siempre es fácil desenmarañarlas. Y por otro lado, la Historia como ciencia es algo muy moderno, no se puede llamar verdaderamente historiadores a personas que en muchas ocasiones sólo tenían como fin loar las grandezas de su señor. Por ese motivo, las propias crónicas pueden ser muy tendenciosas y exageradas. Ahora, si el historiador está predispuesto a creerse ciertas cosas y a no creerse otras (eso se llama prejuicios), aparece la manipulación historiográfica, y eso es lo que más cabe achacar a Sánchez Albornoz, un historiador perteneciente a la misma corriente ideológica de todos los que pretendían por aquella época en muchos ámbitos relanzar la idea de España, el orgullo de las grandezas pasadas, la lucha contra los nacionalismos disgregadores, etc. Y eso no es verdaderamente ciencia histórica, sino política. No es que no sea legítimo echar mano de la Historia para hacer política, pero hay que ser consciente de ello, nadie es neutral, al no ser la Historia una ciencia exacta. Por lo tanto, don Claudio, tampoco, ni mucho menos, sino todo lo contrario. Y es sobre eso sobre lo que hay un gran consenso entre los historiadores actuales. Otra cosa es que no todo el mundo es historiador, y no todas las obras tienen la misma trascendencia al gran público, no siempre por razones inocentes. Por ejemplo, Barbero y Vigil (que también son hoy cuestionados en parte) fueron terriblemente oscurecidos por el régimen franquista y por todo el corpus de historiadores "leales", lógicamente los dominantes en su época. Me parece muy bien que haya gente a la que le gusten los cuentiquinos lineales y simplistas, pero sintiéndolo mucho, la Historia nunca es así.
Respecto a la capacidad de los franceses para hablar sobre historias ajenas, hombre, Cristobo, entiendo tu arrebato un tanto visceral porque algo nos conocemos, pero caramba, no metas a todo el mundo en el mismo saco. No se puede invalidar el trabajo de alguien sólo por ser extranjero, en ese caso tendríamos que descartar la obra de Hugh Thomas sobre la guerra civil, o la de Carr sobre la revolución rusa, o la de Ian Gibson sobre García Lorca, o tantas otras obras. Por ejemplo, gracias a Barrau-Dihigo es posible corregir y matizar lo que dicen las crónicas asturianas y las conclusiones de quienes de ellas hicieron un estudio acrítico. ¿A que te cae mejor si te digo que rebatió las tesis de algunos gallegos en la misma onda ésa que pretenden actualizar algunos hoy en día, de que si los reyes asturianos eran en realidad gallegos y cosas así? La lástima es que no tengo ahora mismo a mano el ejemplar para citarte sus palabras.
Respecto a la batalla de Covadonga, pues lo siento, pero no hay documentos contemporáneos que la mencionen. Todos son más tardíos, sobre unos doscientos años. Quizás hubo la batalla, quizás no, pero es indemostrable. Pero eso para mí no es lo importante. Eso le importa a quien analiza la Historia en base a "batallitas", "grandes hombres", etc. Para quienes analizamos los hechos como procesos, con causas, génesis, desarrollos y consecuencias, es suficiente con saber que hubo una fuerte oposición por parte de los astures y que esa resistencia se plasmó en una organización estatal, primero únicamente de astures, y después pluriétnica, bajo una forma cuya única excepcionalidad es la cronológica en nuestro ámbito geográfico. Si no es fácil demostrar la batalla de covadonga, menos aún lo es establecer la magnitud del enfrentamiento. Todas las crónicas medievales magnifican los hechos favorables, como deja claro el artículo de Goytisolo. Francamente, ¿dónde metemos a tantos musulmanes (sin contar al ejército enemigo) en el estrecho valle de Covadonga? Es que, sencillamente, no cabe tanta gente en un espacio tan cerrado. Habrá que admitir que, o bien participó mucha menos gente, o bien los hehcos pudieron ocurrir en otro lugar. Por ejemplo, las fuentes hablan de una "grieta" (que puede ser una cueva o no), pero no dice su nombre ni si lo tenía, ni si allí se adoraba una virgen o santa cristiana u otro ser reliquia del paganismo. Volvemos a hacer teleología cuando identificamos la actual Virgen de Covadonga con la intervención sobrenatural de la Virgen en la batalla. Porque puestos a eso, podía tratarse de la Virgen de la Cueva en Infiesto. Y todo ello no invalida para nada tu hipótesis, compartida por mucha gente, entre otros yo mismo, de la continuidad de la sacralidad del lugar de Covadonga desde tiempos precristianos. Respecto a la localización, es fácil caer en una paradoja. La batalla de Covadonga tuvo que ocurrir donde hoy está Covadonga porque en las inmediaciones se halla el monte Auseva, que es el topónimo que citan las fuentes como escenario. Pero ocurre que la localización del monte Auseva se debe a su vez a la identificación de Covadonga como escenario: como aquí fue donde ocurrió todo, luego éste ha de ser el monte Auseva. Es por lo tanto la pescadilla que se muerde la cola. Sería sumamente extraño que un topónimo conocido en la Alta Edad Media como Auseva se siguiera llamando hoy en día exactamente igual, ¿no te parece? Voy a proponerte una hipótesis fantástica: ¿qué tal si a base de hacer copias el nombre estuviera mal transcrito y en realidad el monte se llamara por aquellos años "Ausevia"? ¿Y si resulta que con la lógica evolución de los siglos ese topónimo fuera el actual Oseja (de Sajambre)? De un Ausevia puede salir perfectamente un Oseya, como de un Auseva > Osefa > Oseh.a, castellanizado en Oseja (como ejemplo, latín (terra) divisa > devesa > defesa > dehesa). Por supuesto, todo esto es pura invención, y sólo pretende hacer ver que siguen quedando muchos interrogantes sin despejar.
Respecto a la pertenencia étnica de Pelayo. Hombre, en principio el nombre no es germánico, sino latino. "Pelagius" parece guardar relación con pelagus = piélago, el alta mar, el mar, y de hecho existía la palabra latina pelagius = de mar, marino. Eso si no tiene relación con otros antropónimos parecidos como el céltico Pellicus, Pelgus. Tampoco sería tan extraño que aún sobreviviera algo de antroponimia prerromana en la Asturias de comienzos del siglo VIII, y de hecho otro rey posterior, Silo, porta un nombre atestiguado como antropónimo céltico en siglos anteriores. Sin embargo, en las crónicas se menciona que era hijo de un tal Favila, y que su propio hijo también se llamaba Favila. Estos dos nombres sí son germánicos, más concretamente góticos, puesto que los nombres terminados en -A entre los suevos sólo podían ser femeninos, mientras que los germánicos masculinos de la misma terminación sólo podían ser góticos. Además, casa con ello la costumbre bien atestiguada entre los godos de imponer al nieto el nombre del abuelo. También son germánicos nombres como Adosinda, Alfonso, Ramiro y otros, aunque no faltan los latinos, como Pedro, el Duque de Cantabria, Aurelio, Nepociano... Quizás se trate de una falsificación posterior de los nombres en las crónicas más tardías, quizás simplemente es que había algún tipo de alianza entre la aristocracia indígena y unos dominadores visigodos, como anteriormente había ocurrido con Roma. Es muy difícil desenmarañar todo esto con los datos disponibles. Lo que ocurre es que, mientras no haya otros que desmientan a los anteriores, hay que darlos por buenos. En todo caso, lo que no parece muy razonable es que los astures, en una especie de asamblea, decidan nombrar su jefe, rey, príncipe o jefe de operaciones militares a alguien perteneciente a un pueblo contra el que durante décadas habían estado guerreando. Lo más probable es que se tratara de un personaje pertenciente a la aristocracia local, entendamos por aristocracia lo que entendamos, dado que parece demostrado que tenía posesiones en varios lugares del territorio astur.
Y para acabar, matizando un poco lo que dices, Miguel Angel, no es Alcuino de York quien menciona el vasallaje de Alfonso II respecto a Carlomagno, sino un discípulo suyo, llamado Einhart o Eginard. De todas formas, pocos autores franceses mantienen ya la hipótesis del vasallaje asturiano, fue uno de esos ramalazos de "grandeur" de comienzos de siglo XX. Este Einhart era el secretario personal de Carlomagno, y una vez fallecido éste escribió una biografía laudatoria de quien fuera su señor y protector, tan laudatoria que, sin ser falsa completamente, porque es cierto que el Imperio fue la potencia más fuerte de su época en Europa occidental, se pasa un poco de rosca con evidentes exageraciones. Aún así, tampoco aparece explícitamente la palabra "vassallus". Éste es el texto completo del capítulo XVI de su "Vita Karoli Magni", donde se menciona al rey Alfonso:
Caput XVI
Auxit etiam gloriam regni sui quibusdam regibus ac gentibus per amicitiam sibi conciliatis. Adeo namque Hadefonsum Galleciae atque Asturicae regem sibi societate devinxit ut is, cum ad eum vel litteras vel legatos mitteret, non aliter se apud illum quam proprium suum appellari iuberet. Scottorum quoque reges sic habuit ad suam voluntatem per munificentiam inclinatos ut eum numquam aliter nisi dominum seque subditos et servos eius pronuntiarent. Extant epistolae ab eis ad illum missae, quibus huiusmodi affectus eorum erga illum indicatur. Cum Aaron rege Persarum, qui excepta India totum poene tenebat orientem, talem habuit in amicitia concordiam ut is gratiam eius omnium, qui in toto orbe terrarum erant, regum ac principum amicitiae praeponeret solumque illum honore ac munificentia sibi colendum iudicaret. Ac proinde, cum legati eius, quos cum donariis ad sacratissimum Domini ac salvatoris nostri sepulchrum locumque resurrectionis miserat, ad eum venissent et ei domini sui voluntatem indicassent, non solum quae petebantur fieri permisit, sed etiam sacrum illum et salutarem locum ut illius potestati adscriberetur, concessit ; et revertentibus legatis suos adiungens inter vestes et aromata et ceteras orientalium terrarum opes ingentia illi dona direxit, cum ei ante paucos annos eum, quem tunc solum habebat, roganti mitteret elefantum. Imperatores etiam Constantinopolitani, Niciforus, Michahel et Leo, ultro amicitiam et societatem eius expetentes conplures ad eum misere legatos. Cum quibus tamen propter susceptum a se imperatoris nomen et ob hoc eis quasi qui imperium eis eripere vellet, valde suspectum foedus firmissimum statuit ut nulla inter partes cuiuslibet scandali remaneret occasio. Erat enim semper Romanis et Grecis Francorum suspecta potentia. Unde et illud Grecum extat proverbium: Ton Phragkon philon echis, gitona ouk echis.
Como se puede ver, si ya es sospechoso el vasallaje de Alfonso, ya resultaría completamente abusivo el del rey de Escocia.
Eso sí, algún tipo de relación no cabe duda de que la hubo. Por ejemplo, con ocasión de la toma de Lisboa le son enviados riquísimos presentes a Carlomagno, de una envergadura similar a la de los que le rendían vasallaje. Si Eginardo era discípulo de Alcuino de York, en plena sintonía con éste estaba también Beato de Liébana, y ambos reyes y eclesiásticos estaban en la misma onda, con la ortodoxia papal, mientras que la Iglesia visigótica derivaba hacia el adopcionismo de Elipando, lo que no era sino un mecanismo de acercar posturas con el Islam bajo el cual vivían los mozárabes y quitar hierro a las diferencias religiosas.
Por otro lado, la arqueología medieval, tan descuidada en el norte peninsular, está empezando a mostrar hallazgos insospechados, como algunas necrópolis merovingias en País Vasco y Cantabria. Si a esto le añadimos algunos topónimos asturianos que parecen hacer referencia a guarniciones militares francas, parece fuera de dudas que hubo acuerdos de colaboración política y militar de alcance desconocido.
Bueno, valió, otro día sigo "elviralindeando".