Hola a todo el mundo, tras un período de intenso trabajo.
Bien, Asturies tiene unos problemas cuyo diagnóstico no es muy difícil. La economía asturiana tenía antes de la Guerra Civil un eje muy importante en la minería del carbón. En realidad, antes de la 1ª Guerra Mundial (1914-1918), el carbón asturiano ya daba síntomas de poca rentabilidad. Lo que ocurre es que España permaneció neutral durante ese conflicto, y los países en lucha necesitaban urgentemente de ese carbón como materia prima para la industria vinculada a la guerra. De ese modo, durante unos años, el carbón asturiano cobró importancia y resultó rentable. Pero una vez acabada la guerra, volvieron los problemas. Algunos pozos comenzaron el cierre, y de ahí salió buena parte de la conflictividad laboral del período de entre guerras.
Luego llegó la Guerra Civil, con el resultado conocido, la victoria de Franco y todo eso. Nada más terminar esta guerra, en el año 1939, comenzó la 2ª Guerra Mundial en Europa y otros lugares. Aprovechando esta situación, Franco mantuvo de nuevo la neutralidad, y el carbón volvió a ser en cierta medida rentable. Ello por la demanda de carbón y de acero en Europa, pero también por las condiciones de sobre-explotación de los trabajadores, que no podían organizarse y defender sus intereses sin grave peligro de sus vidas.
Acabada la Segunda Guerra Mundial con la derrota de Alemania, Italia y Japón, derrocadas las dictaduras alineadas con Hitler y Mussolini, como Hungría, Rumania, etc, prácticamente sólo quedaron en pie España (con Franco) y Portugal (con Oliveira Salazar). Las Naciones Unidas llegaron a declarar resoluciones de condena al régimen de Franco. Ello provocó un aislamiento en todos los órdenes de la España fascista. Un aislamiento de tipo económico, político, etc.
Franco le dió entonces un giro al país, lo que se llamó "autarquía", teorizando el aislacionismo. Se trataba de ser autosuficientes en todo. Las minas fueron nacionalizadas, compradas a un precio sustancioso a sus propietarios privados en la mayor parte de los casos. Así apareció el organismo llamado Instituto Nacional de Industria, y se elaboraron los llamados "Planes de Desarrollo", que se prolongaron hasta el final de la dictadura. El INI controlaba una serie de empresas públicas de propiedad estatal, una de ellas HUNOSA, que agrupaba las minas de carbón. En determinados momentos, incluso la minería fue militarizada.
De este modo, unas explotaciones que, de haber seguido la lógica empresarial, hace tiempo que tendrían que haber cerrado, y una economía que sin la guerra y la dictadura posterior tendrían que haber sufrido un despegue, una reconversión y una modernización paulatina, quedaron como "congeladas" artificialmente en una situación anterior. No se trataba tanto de una rentabilidad dentro de la dinámica "normal" de la economía capitalista, sino de una "rentabilidad" condicionada a una situación política y económica estatal e internacional anómala. Algo parecido ocurrió con el sector del metal, apareciendo primero UNINSA y luego ENSIDESA, ahora privatizada y convertida en ACERALIA-ARCELOR.
Alrededor de estos dos ejes tan importantes, el carbón y el acero, junto con otros sectores menores, florecieron una serie de industrias auxiliares, pequeñas y medianas empresas. Los principales sectores productivos no tenían un dueño privado. Por lo tanto, el "patrón" era el Estado. Las empresas menores dependían totalmente de éstos. Es decir, nuestra clase empresarial es deficitaria. Se trata de un empresariado "cautivo", poco dinámico, acostumbrado a "Papá Estado". Nada que ver con empresariados tan dinámicos y activos como el catalán o el vasco.
Así resulta que el empresariado asturiano no fue capaz, ni lo es, de tomar inteligentemente unas riendas de sus propios intereses.
Cuando desaparece la dictadura, se malnegocian demasiadas cosas. El cambio es, más que tímido, yo diría que mojigato. Las organizaciones de izquierdas que agrupan política y sindicalmente a los trabajadores se embarcan en una "reconversión" política y económica sumamente torpe y corta, no atajando verdaderamente los problemas por su raíz. Una izquierda empeñada en ser "responsable" no toma las medidas adecuadas. La minería no es ya rentable, cierto, se empieza a hablar de cierre de los pozos. Pero en lugar de mantener el tejido industrial existente y con esos cimientos renovarlo, modernizarlo y diversificarlo, se mantiene artificialmente la estructura anterior. Lo que había que haber hecho en su momento era, no provocar el cierre inmediato y la desaparición de empresas obsoletas y poco rentables, sino crear antes otras nuevas, y después ya se hablaría de recolocar a los trabajadores en los nuevos sectores. Se intentaron cierres tipo Margaret Thatcher, pero eso provocó una gran conflictividad social. La izquierda oficial, socialistas y comunistas, a través de los respectivos partidos y sindicatos, vio un claro peligro de desbordamiento por la izquierda. Para evitarlo y para acabar con la conflictividad social, que llegó a ser muy fuerte, hace unos veinte años, apareció la fórmula mágica: las prejubilaciones.
Es decir, una fórmula consistente en pactar el cobro íntegro de los salarios de los los trabajadores cuyos puestos desaparecían, con tal de ser enviados a su casa. Mediante esta fórmula engañosa, que no es sino una especie de "anestesia social", se acallaron las protestas: el trabajador cuyo empleo desaparecía quedaba contento, sin merma de sus ingresos ni preocupaciones por su situación de desempleo, pero lo cierto es que los puestos de trabajo desaparecían. Uno quedaba muy bien, pero para el futuro no habría empleo para los hijos de esos trabajadores.
Así, la situación se puede resumir en que tenemos unos políticos de los más ineficaces del Estado, complicando inncesariamente la burocracia, porque cuanto más papeleo y más complicadas sean las cosas de resolver, más "importantes" se vuelven ellos y mejor se justifican sus sustanciosos salarios. El coste para los comunistas fue tremendo. Primero, una serie de graves crisis internas en el PC provocó su "reconversión" en Izquierda Unida. Después, la propia IU prolonga esa crisis interna. La pérdida de votos y de militantes y afiliados lleva 30 años sin parar. El Partido Socialista es diferente, porque casi no tenía infraestructura durante los tiempos de Franco. Fue montado apresuradamente por la Internacional Socialista, con una operación de marketing organizada por Willi Brandt, y con abundante dinero proviniente de la socialdemocracia alemana. Como muestra las palabras del dirigente Alfonso Guerra: "antes prefiero diez minutos de TV que diez mil militantes". Si a esto le añadimos la dudosa convicción de una serie de personajes que se subieron al carro socialista, gente que quería hacer de la política una carrera profesional, una forma de vida y una fuente de ingresos, ahí tenemos por qué a ellos no les afectó la situación como a los comunistas.
Ambos partidos disponían de los respectivos sindicatos que les servían de correa de transmisión entre los trabajadores: Comisiones Obreras (CCOO, vinculadas al PC) y Unión General de Trabajadores (UGT, ligadas al PSOE). También estos sindicatos pagaron un coste elevado, que se tradujo en una gran pérdida de afiliación, pues eran ellos quienes negociaban las sucesivas reconversiones. Buena parte de los cuadros sindicales son también militantes de los respectivos partidos. Su ideología y sus pretensiones políticas y personales son por lo tanto similares, sólo que aplicadas en otro terreno.
Cuando Felipe González accede al poder, es lo suficientemente hábil como para saber qué es lo que quiere esta "izquierda", y se lo da. Así, aparece una nueva figura legal. La Formación Profesional se liberaliza, y ya no recae sólo en los centros oficiales estatales. Es entonces cuando aparecen las "Entidades Colaboradoras" del INEM, que es quien quien se encargaba de la FP. Se negocian con la UE determinadas reconversiones, y a cambio comienza el flujo de importantísimas cantidades de dinero europeo. Convertirse en Entidad Colaboradora es algo muy, muy rentable. Los sindicatos y la patronal, aparte de otras entidades menores, se convierten en los gestores de la FP, en teoría porque son los mejores conocedores de las necesidades del mercado laboral. En la práctica, un negocio estupendo, muy bien remunerado. En lo tocante a los sindicatos, éstos se convierten en prisioneros del Estado y de la financiación europea que les llega a su través. Los sindicatos se profesionalizan, aparecen toda clase de empleados y liberados, etc. Y además, no necesitan tener afiliados, porque no se nutren de sus cuotas.
En definitiva, un panorama desolador: unos políticos que claman al cielo, por su ineficacia super-demostrada como gestores, su incapacidad para desarrollar UN PROYECTO (el que sea, ya no se discute siquiera si bueno o malo) para Asturies, un cinismo y un oportunismo sin límites para VIVIR DEL CUENTO; unos sindicatos que no plantean alternativas serias y viables de empleo, sino que venden su oposición a las reconversiones brutales por un plato de lentejas, todo por convertir su tarea en un modus vivendi, con el resultado de una desertización económica de Asturies; y una clase empresarial casi inexistente como tal, parasitaria, perezosa, inútil, a remolque de Papá Estado, tanto del gobierno central como del asturiano.
Todo ello constituye una verdadera red clientelar, donde "el que se mueve, no sale en la foto". Como aquí no existe una clase empresarial que se comporte como tal, difícilmente puede salir de ella un sector político nacionalista de derechas: no tienen ningún interés económico confrontado o rival del del resto del empresariado español, ni siquiera tienen una imbricación fundamentalmente con el resto del tejido económico, sino con cosas como las grandes obras públicas (carreteras y otras infraestructuras), la construcción de viviendas impulsadas por la Administración (que luego no repercuten en un abaratamiento de las mismas), etc. Por lo tanto, una nueva fuerza política (o un nuevo sector de fuerzas) que rompa con esta situación, que sirva de acicate y de "guindilla en culo" para que la dramática situación asturiana cambie, un sector independiente de intereses ajenos, alguien verdaderamente comprometido con los intereses de la población asturiana, sólo puede situarse en el campo de la izquierda, pero de OTRA izquierda. Y ahí es donde algún día tendrá que jugar un papel un nacionalismo de izquierdas que necesitamos como el comer y que, desgraciadamente en mi opinión, aún no tiene la fuerza suficiente.
No tengo muy claro cuándo y por dónde esto va a romper, pero lo que sí estoy convencido es de la necesidad de que rompa. Por Dios, QUE ROMPA DE UNA VEZ.
Saludos