Ujo, en blanco y negro contado por mujeres
Posted: Thu Jun 19, 2003 2:02 am
Ujo, en blanco y negro contado por mujeres
Directora y coordinadora: María José Rodríguez Muñiz
Autoras de libro: Amelia Cachero, María Teresa Fidalgo, Veli Fueyo,
Covadonga García, Charo García, María José Rodríguez Muñiz, Estrella Suárez y Ana Vázquez .
Autoras del reseña libro que sigue: Ana Fernández Tapia y Águeda Martínez de Tejada
El libro «Ujo, en blanco y negro contado por mujeres», nos acerca a la historia de este pueblo minero y ferroviario, a sus mujeres: abuelas, madres y esposas- y, a través de ellas, a todo el entramado social y tam-bién a los cambios espaciales que en él se produjeron a lo largo del siglo XX.
Representa una pequeña historia inaca-bada, con un reducido número de mujeres protagonistas, pero deja la puerta abierta a futuros trabajos que puedan ampliar y completar este volumen. Ha sido realiza-do con mucho cariño por un grupo de mujeres de Ujo que han querido recuperar las vivencias de sus madres y abuelas. Han proyectado sobre ellas una mirada en blanco y negro, como la vida, que se tiñe de momentos tristes y alegres, y como el pueblo, que tiene una relación de amor y odio con su río, como testimonian los puentes y las riadas.
Su época tiene un especial significado en la historia de nuestro país. Ellas vivie-ron los años del cambio económico de Asturias, de la minería y de la Hullera Española, de la llegada del ferrocarril, de las vías y de los túneles, que supuso una transformación en su vida cotidiana, en su trabajo y en el de sus familias, y una apertura al resto de la región y a las rela-ciones con el exterior de Asturias. A la vez, fueron percibiendo una nueva fisonomía del pueblo, que ampliaba su espacio e incorporaba edifi-cios emblemáticos la estación del ferrocarril, las oficinas, el Economato, las viviendas sociales, los colegios, el cine, algunas fábricas...
Por sus vidas pasó la histo-ria de España y de Asturias: la Monarquía, la República, la Revolución del 34 y la guerra civil, el hambre y la posgue-rra, el franquismo y la demo-cracia. Tuvieron que luchar cuando eran jóvenes para sacar adelante a sus familias, especialmente a sus hijos e hijas, para que tuvieran un mundo mejor, para que estu-diaran y se promocionaran, y esto las enfrentó con los más duros trabajos tanto fuera como dentro del hogar. Fueron carboneras o guardesas, traba-jaron en fábricas como la de briquetas o la chocolatera; fueron lavanderas, parteras, muchachas de servicio, regen-taron pequeños negocios (bares, fruterías, mercerías, carnicerías, puestos de chucherías); traba-jaron en talleres o en la tierra. Al mismo tiempo, atendían sus casas llenas de hijos, a veces de más de un matrimonio, y a sus padres ya ancianos. Algunas quedaron viudas muy jóvenes y se enfrentaron a un futuro incierto sin pensiones ni seguros. Se ayudaron y se apoyaron entre ellas cuando lo necesitaban. Son mujeres que dieron nombre a familias enteras, lo que establece un matriarcado que no es tan frecuente encontrar en otros lugares. Otras veces ellas tomaron el nombre de sus maridos, con el que han pasado a la memoria colectiva del pueblo.
A través de sus relatos nos adentramos en otros tiempos en los que escaseaban las viviendas, no había agua en las casas ni luz eléctrica, y así, cualquier labor suponía un esfuerzo añadido: el lavado de la ropa obligaba a ir a los lavaderos del Lugarín o de Cortina, comprar suponía el traslado a pie hasta el Econo-mato o hasta las tiendas y vol-ver con la carga. Las matanzas, varear colchones o hacer fideos, y tantas otras labores, recaían sobre sus hombros. Pero tam-bién les permitían disfrutar de pequeños momentos de sociabi-lidad y así se enteraban de «las noticias» y chismes más codi-ciados.
Las entrañables fotografías nos permiten apreciar más directamente su mundo: trajes, peinados, zapatos... También nos muestran las expresiones de sus rostros felices en los gran-des acontecimientos de sus vidas y las de sus familias, mar-cados por el ciclo de nacimien-tos, bautizos, primeras comu-niones, bodas... y tristes cuando son los entierros. Las casas, los muebles, los objetos preciados que aparecen junto a ellas son fiel reflejo de un mundo ya desaparecido pero que debe rescatarse del olvido y permanecer en el recuerdo de todos.
Sus largas vidas han hecho posible que vieran cómo han cambiado las cosas y cómo los adelantos -lavadoras, frigorífi-cos...- aligeraron el trabajo doméstico. Tuvieron que esperar a ser mayores para disfrutar a través de sus nietos de una nueva vida que resulta más fácil y con más oportunidades que las que ellas tuvieron.
Sus vidas son un testimonio más de cómo vivieron las mujeres en la España del siglo XX, de su consideración social, de sus trabajos y de sus problemas. Su historia es la nuestra porque abrieron un camino que nosotras pudimos recorrer y gracias a la memoria podemos saber quié-nes somos y por qué hemos llegado a este presente.
La utilización de las fuentes orales nos aproxima a su lenguaje y a sus formas de expresión más características, y es la única manera de abordar sus historias. La oralidad les resulta cercana, pues aunque algunas sepan leer y escribir se expresan mucho mejor verbalmente.
Es un trabajo de microhistoria, de historias subjetivas que de no ser recogidas se hubiesen perdido con su muerte; es una manera de devolverles su digni-dad, su individualidad y la importancia de sus vidas inte-gradas en la gran historia colec-tiva. Refleja la vida de un pue-blo desde la perspectiva de sus vecinos, y en particular vecinas, que jugaron un papel dinamizador en aquella sociedad. Reco-ge las vivencias de una trans-formación social y económica que fue modificando su vida cotidiana: la del trabajo, la de la familia, la de las relaciones sociales.
Directora y coordinadora: María José Rodríguez Muñiz
Autoras de libro: Amelia Cachero, María Teresa Fidalgo, Veli Fueyo,
Covadonga García, Charo García, María José Rodríguez Muñiz, Estrella Suárez y Ana Vázquez .
Autoras del reseña libro que sigue: Ana Fernández Tapia y Águeda Martínez de Tejada
El libro «Ujo, en blanco y negro contado por mujeres», nos acerca a la historia de este pueblo minero y ferroviario, a sus mujeres: abuelas, madres y esposas- y, a través de ellas, a todo el entramado social y tam-bién a los cambios espaciales que en él se produjeron a lo largo del siglo XX.
Representa una pequeña historia inaca-bada, con un reducido número de mujeres protagonistas, pero deja la puerta abierta a futuros trabajos que puedan ampliar y completar este volumen. Ha sido realiza-do con mucho cariño por un grupo de mujeres de Ujo que han querido recuperar las vivencias de sus madres y abuelas. Han proyectado sobre ellas una mirada en blanco y negro, como la vida, que se tiñe de momentos tristes y alegres, y como el pueblo, que tiene una relación de amor y odio con su río, como testimonian los puentes y las riadas.
Su época tiene un especial significado en la historia de nuestro país. Ellas vivie-ron los años del cambio económico de Asturias, de la minería y de la Hullera Española, de la llegada del ferrocarril, de las vías y de los túneles, que supuso una transformación en su vida cotidiana, en su trabajo y en el de sus familias, y una apertura al resto de la región y a las rela-ciones con el exterior de Asturias. A la vez, fueron percibiendo una nueva fisonomía del pueblo, que ampliaba su espacio e incorporaba edifi-cios emblemáticos la estación del ferrocarril, las oficinas, el Economato, las viviendas sociales, los colegios, el cine, algunas fábricas...
Por sus vidas pasó la histo-ria de España y de Asturias: la Monarquía, la República, la Revolución del 34 y la guerra civil, el hambre y la posgue-rra, el franquismo y la demo-cracia. Tuvieron que luchar cuando eran jóvenes para sacar adelante a sus familias, especialmente a sus hijos e hijas, para que tuvieran un mundo mejor, para que estu-diaran y se promocionaran, y esto las enfrentó con los más duros trabajos tanto fuera como dentro del hogar. Fueron carboneras o guardesas, traba-jaron en fábricas como la de briquetas o la chocolatera; fueron lavanderas, parteras, muchachas de servicio, regen-taron pequeños negocios (bares, fruterías, mercerías, carnicerías, puestos de chucherías); traba-jaron en talleres o en la tierra. Al mismo tiempo, atendían sus casas llenas de hijos, a veces de más de un matrimonio, y a sus padres ya ancianos. Algunas quedaron viudas muy jóvenes y se enfrentaron a un futuro incierto sin pensiones ni seguros. Se ayudaron y se apoyaron entre ellas cuando lo necesitaban. Son mujeres que dieron nombre a familias enteras, lo que establece un matriarcado que no es tan frecuente encontrar en otros lugares. Otras veces ellas tomaron el nombre de sus maridos, con el que han pasado a la memoria colectiva del pueblo.
A través de sus relatos nos adentramos en otros tiempos en los que escaseaban las viviendas, no había agua en las casas ni luz eléctrica, y así, cualquier labor suponía un esfuerzo añadido: el lavado de la ropa obligaba a ir a los lavaderos del Lugarín o de Cortina, comprar suponía el traslado a pie hasta el Econo-mato o hasta las tiendas y vol-ver con la carga. Las matanzas, varear colchones o hacer fideos, y tantas otras labores, recaían sobre sus hombros. Pero tam-bién les permitían disfrutar de pequeños momentos de sociabi-lidad y así se enteraban de «las noticias» y chismes más codi-ciados.
Las entrañables fotografías nos permiten apreciar más directamente su mundo: trajes, peinados, zapatos... También nos muestran las expresiones de sus rostros felices en los gran-des acontecimientos de sus vidas y las de sus familias, mar-cados por el ciclo de nacimien-tos, bautizos, primeras comu-niones, bodas... y tristes cuando son los entierros. Las casas, los muebles, los objetos preciados que aparecen junto a ellas son fiel reflejo de un mundo ya desaparecido pero que debe rescatarse del olvido y permanecer en el recuerdo de todos.
Sus largas vidas han hecho posible que vieran cómo han cambiado las cosas y cómo los adelantos -lavadoras, frigorífi-cos...- aligeraron el trabajo doméstico. Tuvieron que esperar a ser mayores para disfrutar a través de sus nietos de una nueva vida que resulta más fácil y con más oportunidades que las que ellas tuvieron.
Sus vidas son un testimonio más de cómo vivieron las mujeres en la España del siglo XX, de su consideración social, de sus trabajos y de sus problemas. Su historia es la nuestra porque abrieron un camino que nosotras pudimos recorrer y gracias a la memoria podemos saber quié-nes somos y por qué hemos llegado a este presente.
La utilización de las fuentes orales nos aproxima a su lenguaje y a sus formas de expresión más características, y es la única manera de abordar sus historias. La oralidad les resulta cercana, pues aunque algunas sepan leer y escribir se expresan mucho mejor verbalmente.
Es un trabajo de microhistoria, de historias subjetivas que de no ser recogidas se hubiesen perdido con su muerte; es una manera de devolverles su digni-dad, su individualidad y la importancia de sus vidas inte-gradas en la gran historia colec-tiva. Refleja la vida de un pue-blo desde la perspectiva de sus vecinos, y en particular vecinas, que jugaron un papel dinamizador en aquella sociedad. Reco-ge las vivencias de una trans-formación social y económica que fue modificando su vida cotidiana: la del trabajo, la de la familia, la de las relaciones sociales.