El Humanitario Asturiano
Posted: Fri Sep 21, 2007 1:50 pm
Hola soy chilena de padre Asturiano y creo que en el salón de la fama debe estar un hombre que tuvo gran importancia por su carácter humanitario en una de las batallas más importantes para Chile en la guerra del Pacífico, donde Chile peleara contra los vecinos países Perú y Bolivia. El Chileno Arturo Prat es el máximo héroe de esta guerra, murió dando la vida por su patria el 21 de mayo de 1879 en lo que fue llamado “El combate naval de Iquique”, día en que hasta hoy se conmemoran las “Glorias navales” en Chile . Un asturiano, Eduardo Llanos Nava, jugó un papel muy importante después que terminara la batalla y Prat fuera muerto, a continuación el relato:
El humanitario asturiano
Los cadáveres del capitán Prat, el teniente Serrano y el sargento Aldea fueron desembarcados del el acorazado buque peruano Huáscar; en la tarde de aquel miércoles 21, y dejados expuestos en la vía pública, en la calle situada entre el Muelle y la Aduana. Dos soldados impedían que fuesen vejados por el populacho, pero de todas formas era una situación indigna para combatientes que habían sacrificado la vida por su país. Y, lo que es peor, ninguna autoridad peruana pareció pensar en tomar una medida decorosa; por lo tanto, el destino de estos marinos parecía ser la fosa común donde sus restos se confundirían y perderían, de forma tal que sería imposible para las generaciones posteriores de su pueblo preservar sus restos y honrarlos de la manera que merecían.
Tal vez el asturiano Eduardo Llanos no haya pensado en la posteridad, pero sin duda que se sintió conmovido por sentimientos aún más elementales y ajenos a sentimientos nacionales, como la piedad y la dignidad humana; por ello encabezó la iniciativa de darle una sepultura adecuada. Es de suponer que su condición de súbdito de un país neutral y la posición que ocupaba en la sociedad iquiqueña hizo que no tuviese problemas en obtener los permisos correspondientes de las autoridades peruanas.
La prueba parece hallarse en la rapidez con que se realizó la sepultación, en la mañana del jueves 22. Colaborador más cercano a la tarea autoimpuesta por Llanos fue don Benigno Posadas, también español, de quien los historiadores Puig y Verdaguer destaca su bondad y describe como un gallego de mucha distinción. Estos españoles, más otros residentes extranjeros, completaron la comitiva que llevó los ataúdes con los restos de los tres combatientes chilenos desde la Aduana hasta el cementerio; Puig menciona los cadáveres de quienes pasarían a la historia, Prat, Serrano y dos o tres más, siendo uno de ellos sin duda el sargento Aldea y permaneciendo como un misterio la identidad del o los restantes.
Marcharon con los ataúdes llevados en carretas, dignos, mudos e inmutables, pese a algunas miradas y gestos burlescos de los transeúntes peruanos con que se toparon, hasta salir del radio urbano, hasta llegar a el cementerio más triste del mundo, como asegura Puig, sin cipreses, sin flores, sin verdor, todo árido, todo polvoriento y cálido todo. Allí contempló por última vez la faz del capitán Prat, lívida como la amarillenta cera de un velón y con una profunda herida en la sien, y le tocó escribir con tinta negra, sobre una cruz improvisada: Arturo Prat, Mayo 21 de 1879
Un epílogo para la historia de estos españoles y su testimonio del 21 de mayo de 1879 se vivió a fines de noviembre de dicho año cuando, ya capturado el Huáscar; y en plena campaña terrestre de Tarapacá, las fuerzas chilenas ocuparon pacíficamente Iquique, que había sido previamente abandonado por su guarnición peruana.
Una de las primeras medidas del nuevo gobernador chileno, el capitán de navío Patricio Lynch, fue el nombramiento de una nueva junta municipal, entre cuyos miembros estaba don Eduardo Llanos, lo que por sí constituía un reconocimiento implícito a su labor de piedad para con los restos de Prat, Serrano y Aldea. La gratitud de nuestro país se fue explicitando aún más; una moción presentada en la Cámara de Diputados el 15 de diciembre de 1879 para erigir un monumento a Prat, incluía un artículo para la confección de una medalla de oro, como reconocimiento a la conducta del asturiano.
Llanos no estuvo presente en la ceremonia de exhumación de los restos de Prat en Iquique, el 4 de mayo de 1881, pero los datos por él proporcionados hicieron fácil la tarea de reconocerlos, incluyendo el detalle de la sábana con las iniciales E.Ll. que había servido de mortaja al capitán de la Esmeralda. Dedicado al negocio salitrero, este caballero asturiano residió en Santiago y después en Londres, y finalmente retornó a su España natal, donde falleció en 1927.
El humanitario asturiano
Los cadáveres del capitán Prat, el teniente Serrano y el sargento Aldea fueron desembarcados del el acorazado buque peruano Huáscar; en la tarde de aquel miércoles 21, y dejados expuestos en la vía pública, en la calle situada entre el Muelle y la Aduana. Dos soldados impedían que fuesen vejados por el populacho, pero de todas formas era una situación indigna para combatientes que habían sacrificado la vida por su país. Y, lo que es peor, ninguna autoridad peruana pareció pensar en tomar una medida decorosa; por lo tanto, el destino de estos marinos parecía ser la fosa común donde sus restos se confundirían y perderían, de forma tal que sería imposible para las generaciones posteriores de su pueblo preservar sus restos y honrarlos de la manera que merecían.
Tal vez el asturiano Eduardo Llanos no haya pensado en la posteridad, pero sin duda que se sintió conmovido por sentimientos aún más elementales y ajenos a sentimientos nacionales, como la piedad y la dignidad humana; por ello encabezó la iniciativa de darle una sepultura adecuada. Es de suponer que su condición de súbdito de un país neutral y la posición que ocupaba en la sociedad iquiqueña hizo que no tuviese problemas en obtener los permisos correspondientes de las autoridades peruanas.
La prueba parece hallarse en la rapidez con que se realizó la sepultación, en la mañana del jueves 22. Colaborador más cercano a la tarea autoimpuesta por Llanos fue don Benigno Posadas, también español, de quien los historiadores Puig y Verdaguer destaca su bondad y describe como un gallego de mucha distinción. Estos españoles, más otros residentes extranjeros, completaron la comitiva que llevó los ataúdes con los restos de los tres combatientes chilenos desde la Aduana hasta el cementerio; Puig menciona los cadáveres de quienes pasarían a la historia, Prat, Serrano y dos o tres más, siendo uno de ellos sin duda el sargento Aldea y permaneciendo como un misterio la identidad del o los restantes.
Marcharon con los ataúdes llevados en carretas, dignos, mudos e inmutables, pese a algunas miradas y gestos burlescos de los transeúntes peruanos con que se toparon, hasta salir del radio urbano, hasta llegar a el cementerio más triste del mundo, como asegura Puig, sin cipreses, sin flores, sin verdor, todo árido, todo polvoriento y cálido todo. Allí contempló por última vez la faz del capitán Prat, lívida como la amarillenta cera de un velón y con una profunda herida en la sien, y le tocó escribir con tinta negra, sobre una cruz improvisada: Arturo Prat, Mayo 21 de 1879
Un epílogo para la historia de estos españoles y su testimonio del 21 de mayo de 1879 se vivió a fines de noviembre de dicho año cuando, ya capturado el Huáscar; y en plena campaña terrestre de Tarapacá, las fuerzas chilenas ocuparon pacíficamente Iquique, que había sido previamente abandonado por su guarnición peruana.
Una de las primeras medidas del nuevo gobernador chileno, el capitán de navío Patricio Lynch, fue el nombramiento de una nueva junta municipal, entre cuyos miembros estaba don Eduardo Llanos, lo que por sí constituía un reconocimiento implícito a su labor de piedad para con los restos de Prat, Serrano y Aldea. La gratitud de nuestro país se fue explicitando aún más; una moción presentada en la Cámara de Diputados el 15 de diciembre de 1879 para erigir un monumento a Prat, incluía un artículo para la confección de una medalla de oro, como reconocimiento a la conducta del asturiano.
Llanos no estuvo presente en la ceremonia de exhumación de los restos de Prat en Iquique, el 4 de mayo de 1881, pero los datos por él proporcionados hicieron fácil la tarea de reconocerlos, incluyendo el detalle de la sábana con las iniciales E.Ll. que había servido de mortaja al capitán de la Esmeralda. Dedicado al negocio salitrero, este caballero asturiano residió en Santiago y después en Londres, y finalmente retornó a su España natal, donde falleció en 1927.