"El Comandante Minero". Presentación en Mieres
Posted: Sun Nov 27, 2011 5:51 am
PRESENTACIÓN de “EL COMANDANTE MINERO”
Cuando Alberto Vilela me propuso presentar esta novela, traté de resistirme, con razones fundadas suficientemente, en mi criterio. Ni soy crítico literario, ni tengo la formación adecuada para afrontar, de modo técnico, un tema de estas características con ciertas garantías de éxito.
Mi único aval, bien pequeño por cierto, es mi inveterado afán lector, corto bagaje para la empresa propuesta. Pero su poder de convicción fue superior a mis reparos y aquí estoy, dispuesto a ofrecer mis humildes consideraciones sobre la cuestión, a dialogar sobre El Comandante Minero.
Alberto, el autor, y yo, nos tratamos desde hace varios años con cierta asiduidad. Numerosos cafés, paseos, conversaciones con intercambio de opiniones y, en particular, la afinidad en el estudio de un tema básico general, la minería asturiana, observada desde diversos aspectos, motivo de preocupaciones e intereses comunes, plasmados en varias publicaciones de cada uno, han servido para fomentar la relación y establecer vínculos de amistad, los cuales han permitido conocer las preocupaciones intelectuales del amigo, así como los diversos sucesos, la pequeña historia que jalona nuestras vidas.
No me fuerza la amistad ni me duelen prendas para afirmar que, en mi criterio, Vilela es uno de los más importantes especialistas en lamparería minera; yo me atrevo a decir que es el más reputado experto en esta cuestión. La importancia de su capacidad investigadora en este campo se refleja – refrendo de mi aserto anterior - en sus tres obras dedicadas a la luz de las minas de Asturias, ampliadas con numerosas referencia a la iluminación en España, a través de su historia. El estudio y análisis del lampadario se complementa con su extenso conocimiento práctico del objeto de tratamiento, fruto de muchas horas de contactos y conversaciones con los encargados de su mantenimiento y conservación. Obligado resaltar la publicación por diversas revistas extranjeras de varios artículos sobre el tema en cuestión. Su continuada acción indagatoria la ha encaminado a visitar archivos y bibliotecas, museos, centros y ferias específicas del ramo, tanto nacionales como foráneas, siendo en estas últimas donde ha recibido numerosas muestras de reconocimiento por su labor, reconocimiento que, desgraciadamente, nuestra región no suele tributar a sus más conspicuos representantes.
Mas su pasión investigadora no finaliza con el estudio de las luminarias. Varios años de minucioso y paciente trabajo en el archivo histórico de la Real Compañía Asturiana de Minas, le han permitido publicar el libro Aviles: Carbón y Veleros. A través de la correspondencia de la Real Compañía Asturiana de Minas. En él, el tema básico de la obra (crónica y estudio de la clientela, fletamentos y transporte de los carbones de la citada sociedad a diversos puertos del litoral peninsular), se enriquece con numerosos datos e interesantes aportaciones a un conocimiento más exacto de determinados aspectos de la minería asturiana en el período inicial de su desarrollo industrial. Sobre idéntica cuestión y el mismo origen archivístico tiene dos libros inéditos sobre los carbones enviados a la Real Fábrica de Sargadelos y a varios puertos andaluces, en especial a Adra (Almería), con profusión de material desconocido y que podría servir para completar la historia industrial de estas importantes zonas, a mediados del siglo XIX.
Involucrado en temas relacionados con el mar, ha escrito, también, una biografía sobre Gumersindo Junquera. Este polifacético ingeniero de minas gijonés, de amplia trayectoria científica, técnica y pública, profesor y subdirector de la Escuela de Capataces Facultativos de Minas de Mieres, destacado colaborador en los trabajos científicos de su suegro, Luis Adaro, tuvo especial relevancia en las actividades marinas del puerto de Gijón, bien como importante consignatario, fletador de cargas y propietario de buques de transporte de mercancías, bien como uno de los principales instigadores del desarrollo portuario del Musel gijonés. Esperemos que su publicación no se demore más, y pueda ser editada en breve.
Hace tres meses aproximadamente, Vilela, al responder a un cuestionario veraniego efectuado por el periodista de La Nueva España, Isaac Barbón, contestó a la pregunta Si le tocara la lotería..., rotundamente: Yo creo que la lotería te toca cada día que vives. Y a fuer que Vilela los vive con intensidad, plenamente; es un volcán en plena erupción, en contraposición a un semblante y una figura que dan imagen de sosiego físico y tranquilidad mental. Amén de su colaboración, prestada generosamente, a toda actividad relacionada con el orbe minero, siempre está abierto a nuevas inquietudes, a la exploración personal de nuevos campos de investigación. La última muestra, la más próxima, la tenemos con su irrupción en la actividad literaria, cuya muestra primigenia es El Comandante Minero.
Creo obligado, una vez considerada la trayectoria de Vilela, dedicar un párrafo a la génesis de la obra que hoy se presenta. Hace varios años, en una de las múltiples charlas cafeteriles, Alberto me indicó que tenía un buen tema y que sobre él estaba escribiendo una novela. Yo le dije que si no le parecía suficiente con el trabajo que desarrollaba para adentrarse en un campo desconocido y para el que no estaba preparado. No hablamos más de la cuestión y varios meses más tarde me sorprendió con el ruego de que leyera un original de la misma.
Mis comentarios, después de su lectura, eran totalmente desalentadores para cualquier autor novel. Reconociendo el interés del tema, creía que el tratamiento dado no era novelístico, ni la estructura adoptada la adecuada. Conociendo la cabezonería de Alberto que no iba a dejar la tarea, le recomendé repensar de nuevo lo escrito y darle otra redacción. Estoy casi seguro que otros amigos a los que consultó le contestaron en términos equivalentes. Con posterioridad, en alguna ocasión, me decía que la novela seguía su curso, que iba mejorando la estructura general y el desarrollo literario. Hace pocos meses me cedió, para su lectura, un ejemplar mecanografiado de la misma. En contra de mis convicciones, la obra ya no era la misma: la trama argumental y el desarrollo novelístico habían alcanzado, en mi opinión el nivel adecuado. Vilela en una tarea concienzuda y constante, en un continuado afán de superación y perfeccionamiento, había logrado vencer los principales problemas que denota una obra primeriza. Después de lo visto me atrevo a anticipar que si el autor continúa por este camino, nos encontraremos ante un novelista de futuro.
Una vez dicho lo anterior parece oportuno introducirse en el análisis de la obra, hecha la salvedad del citado examen. Reitero que recoge las impresiones de un lector, único criterio que puedo adoptar. Sin desvelar el detalle de la trama argumental, son Vds. los que deben disfrutar con su lectura, sí es preciso efectuar un breve repaso genérico de la misma para situar las coordenadas fundamentales de la obra.
La novela es una narración autobiográfica, cerrada cuando la historia no aporta nada reseñable, en la que el protagonista cuenta de modo sencillo, tal cual su condición, las vicisitudes y experiencias que han marcado su vida.
Damián, minero mierense nacido en 1902, participó activamente, al igual que gran parte de la juventud asturiana coetánea, en los hechos más importantes del periodo más agitado y convulso de la historia próxima de nuestro país, la primera mitad del siglo XX. La guerra de Marruecos, la revolución de Octubre, la catástrofe de la guerra incivil y los recuerdos represivos de la inmediata postguerra española se presentan a nuestra visión en el correr de las páginas de la novela. En su mirada personal del devenir de los hechos, al mostrar sus propias experiencias en ellas, y aquí el valor novelístico, analiza la potencia de sus creencias y las propias contradicciones, en tensión permanente su actividad social con la realidad personal asumida, en pugna interior constante entre las decisiones que debe adoptar y la situación en que aboca a su familia, a la que ama entrañablemente y son norte y guía de su vida. A la par nos muestra el panorama de la realidad española, descarnado mas exacto, del tiempo en que transcurre la novela y es un retrato sencillo del ambiente minero que le corresponde vivir.
La estructura lineal, en lo cronológico, de la obra permite una lectura ordenada, sosegada y sencilla, sin saltos ni recovecos o disquisiciones sobre las cuestiones que tratan. Esta forma narrativa consigue que el texto se lea con agrado y la fortaleza de su trama prende en el lector desde las primeras páginas de la lectura, que suele llegar al final de un tirón. El orden temporal seguido delimita seis tramos en su desarrollo: los cuatro hitos históricos señalados ya anteriormente, un precedente, correspondiente a las vivencias más significativas de su niñez y pubertad, y un periodo final en el que se narran las vicisitudes propias y familiares en el difícil retorno a la normalidad cotidiana.
En la primera fase, el autor, mediante breves retazos sobre la vida del protagonista, de Damián, va conformando un retrato sobre la formación de su carácter, de los influjos que sobre el mismo ejercen la familia, la escuela y las relaciones sociales del entorno. Resalta el cerrado clima en que se desarrolla la vida de los pequeños núcleos rurales y la ilusión infantil de apertura a horizontes más amplios.
El cumplimiento del servicio militar, durante la campaña marroquí, servirá para que el protagonista adquiera su primer contacto y conocimiento real del mundo y de las personas que lo pueblan, con las enseñanzas que de ello se derivan, en paralelo a su aprendizaje militar, tan importante en su futuro, y la aparición de los primeros rasgos que denotan su capacidad de liderazgo. Todo ello en un marco anímico de gran preocupación y concienciación personal, resultado de las incidencias que la trama argumental va generando.
La exposición de los sucesos acaecidos y episodios vividos durante la revolución de Octubre y la contienda fratricida nos muestran a Damián, en un desarrollo importante de funciones revolucionarias y militares, no solicitadas mas asumidas de modo voluntario y con total responsabilidad. En su desempeño denotará la pureza de ideales y nobleza de sentimientos que le caracterizan, así como su incapacidad para soportar las lacras y comportamientos que en las excepcionales situaciones que vive se producen. La incidencia de la guerra incivil en su familia, premonitoriamente advertida por su esposa, servirán para adquirir conciencia de la situación real, siempre en contradicción y discrepancia con la virtualidad del utópico personal, del ideal sentido y llevado a sus consecuencias extremas.
El culmen de la obra, y sin duda, el de mejor desarrollo novelístico, se corresponde con el que denomino tramo represivo de la postguerra, el cual abarca el periodo temporal que cubre el ciclo de represión abierto al finalizar la lucha en Asturias. En él, nuestro intérprete pasará por diversas vicisitudes (huido por la comarca, entrega voluntaria en 1939, internamiento preventivo, juicio posterior, cumplimiento de condena y libertad provisional en 1940) muy bien narradas y receptoras de la tensión sufrida en unos momentos vitales en los que cada día se está pendiente de la supervivencia. Las vivencias y avatares del fugado, las múltiples dificultades por las que atraviesa, los comportamientos, de todo tipo, de familiares y próximos, las meditaciones y reflexiones del huido…, son tratadas por Vilela de forma magnífica, casi magistral diría. De idéntico modo desarrollará el ciclo inmediatamente siguiente: la presencia en la cárcel, donde cada noche se espera la lista fatal; la llamada a juicio, donde puede recibirse una sentencia irreversible; las meditaciones de un recluso que únicamente vive pendiente de una llamada o un papel. Y una vez determinada la condena, la larga contabilidad de días que faltan para recuperar la ansiada libertad. Todas estas situaciones excepcionales serán desarrolladas con peculiar maestría por Alberto Vilela, que, en estos capítulos, demuestra adecuadas condiciones para fabular con éxito.
El único reparo que yo pondría a estas páginas - fácilmente subsanable en futuras ediciones, que no dudo se produzcan - es no haber incluido un mapa del concejo en el que se reflejan los distintos refugios ocupados por Damián, señalando el orden de utilización, entre 1937 y 1939. Es difícil que un lector, desconocedor de la topografía del concejo mierense, pueda adquirir, en su verdadera dimensión, la extremada dificultad que entrañaba protegerse de la acción represiva de los vencedores, en tan escasa extensión de terreno. Quede dicho.
La última parte, en que el intérprete de la obra se reincorpora a la vida civil, reseña el difícil proceso de reintegración, las dificultades que ha de vencer el protagonista en tan arduo momento de la vida española, la superación de las mismas mediante su esfuerzo y la ayuda de la familia y de personas que consideran su alteza moral y valía personal. Todo ello redundará en la recuperación de un status razonable y conforme a sus posibilidades. A lo largo de estas páginas, a través de sus vivencias, captamos que Damián, sin renegar de sus principios, cree necesario conformar un nuevo modelo de vida en el que su familia ocupe un lugar preponderante, y a ello encamina todos sus esfuerzos. Señala también la necesidad de adaptarse a nuevos modos sociales, muy diferentes de las aspiraciones de su juventud.
Un final antológico pondrá epílogo adecuado al tiempo que le tocó vivir y servirá de enseñanza fabulística a dicho tiempo: tratar de olvidar no obliga a perdonar.
El testimonio de Damián, al menos su trayectoria vital, es un fiel retrato de una juventud que, de forma indeseada, se convirtió en protagonista de la mayor fractura de la sociedad española del pasado siglo. Es un genuino representante de una generación perdedora (desde cualquier óptica con la que se observe), convertida en actora, y testigo a la vez, de los episodios más duros, lóbregos y tristes por los que atravesó el país: antes, durante y después de la guerra incivil. Es el reflejo de una generación que le correspondió aportar voluntariamente lo mejor de sí misma, en la esperanza de conseguir un mundo más justo y mejor y, en contraprestación, recibió vejámenes, sufrimiento y muerte en respuesta. La novela nos acerca a este tipo de consideraciones, atestiguadas por el protagonista, en sus hechos y reflexiones, a lo largo de la obra.
El Comandante Minero tiene la estructura de las novelas río, en el más puro sentido manriqueño. En su desarrollo argumental encontramos tramos torrenciales, en lo que la acción se desboca, avanza a pasos agigantados, y zonas de meandros en los que la lengua de agua se aquieta hasta parecer que no existe corriente, constreñida y arrinconada por la potencia de la naturaleza. Pero, sin duda, el río continúa su trayecto, la vida sigue. Estos contrapuntos en el camino vital de Damián, sirven para mantener la acción y suscitar el interés del lector, son muestra del buen novelar del autor.
Construida con criterio cinematográfico, Vilela narra la peripecia existencial de Damián mediante la utilización de retratos fotográficos, flashes vitales de un momento determinado del protagonista. Esta técnica permite los saltos temporales sin que se pierda la ilación de la trama y la detención en aquellos instantes a los que el autor concede mayor intensidad dramática.
En la novela, expresada mediante numerosos capítulos de texto breve, en general, ajustados a la técnica seguida, se usa un modo narrativo sencillo y directo, escueto y conciso en su declaración literaria, sin recovecos estilísticos ni adornos retóricos que falseen su contenido básico. No existen concesiones en este aspecto; el protagonista cuenta los sucesos que le acaecen, su historia personal, sin pompas ni ditirambos . Esto es, en mi opinión, uno de los aciertos del autor. Damián utiliza el lenguaje adecuado a su formación y vivencias, por lo que no chirría la obra en un defecto en que suelen caer los autores noveles. Los diálogos (uno de los grandes problemas de los que inician la senda novelística) son escasos, quizás demasiado escasos, mas utilizados con prudencia y mesura. Están bien construidos e insertos adecuadamente en el conjunto de la trama y se convierten en complemento necesario de su desarrollo. Me reitero: deberían haber sido utilizados con mayor frecuencia para aprovechar la potencia de un recurso que hubiese permitido incrementar la intensidad narrativa en determinados parajes de la obra.
Parece oportuno decir algo sobre los personajes que pueblan El Comandante Minero. Por las características de la obra son escasos los personajes. Obviamente, el testimonio de Damián sobre los avatares de su vida cubren la mayor parte de la obra y el carácter coral de la misma convierte en accidental la participación de la mayoría de las personas que intervienen en los hechos relatados.
Personaje central en la obra es su familia, en la que Julia, su esposa, tiene una participación estelar, incrementada por la importancia que adquiere el devenir vital de sus hijos en la parte final de la novela. Su familia, siempre presente en la mente del protagonista, es contrapunto esencial en la perenne lucha que mantiene Damián entre sus convicciones políticas y la realidad fáctica que acarrean y los problemas y daños que a los suyos traen aparejados. Esta dicotomía, la tensión generada por esta causa, es uno de los principales motivos argumentales, subyacentes, en la novela. En consecuencia, los avatares, andanzas y penalidades de su familia ocuparán lugar preferente en el texto de la misma, adquiriendo la importancia que merecen.
Como ya he dicho, aparte de la familia, son escasos los personajes que adquieren peso en el desarrollo de la trama argumental. En este conjunto coral destaca con luz propia Tere, prima de Julia, de importante participación en el momento más trascendental de la novela. El personal secundario que interviene en los distintos lances refleja, en su mayor parte, la realidad de la vida española del momento considerado, son arquetipos singulares de ella y nos dicen mucho de la misma. Un hecho que me parece extraño es la escasa aportación que a la novela prestan los amigos del protagonista: la capacidad de apertura y liderazgo de Damián, ofrecía una amplia aportación en este campo.
Bueno, bajo la perspectiva del lector, no del crítico literario, acabo de expresarles mi visión sobre la novela que hoy se presenta. Solo me queda decir que es una historia de fácil y atractiva lectura, que al poco de iniciada la misma, la lectura del texto, uno ya desea finalizar la página para iniciar la siguiente y así, sin pausa, hasta concluir la obra.
En mi criterio, Vilela nos ha ofrecido una dignísima primera muestra de su quehacer novelístico y me atrevo a augurar, si persevera en esta actividad, interesantes aportaciones en el campo narrativo para el futuro.
Muchas gracias.
Luis Jesús Llaneza
http://lucesenlasminas.blogspot.com/
Cuando Alberto Vilela me propuso presentar esta novela, traté de resistirme, con razones fundadas suficientemente, en mi criterio. Ni soy crítico literario, ni tengo la formación adecuada para afrontar, de modo técnico, un tema de estas características con ciertas garantías de éxito.
Mi único aval, bien pequeño por cierto, es mi inveterado afán lector, corto bagaje para la empresa propuesta. Pero su poder de convicción fue superior a mis reparos y aquí estoy, dispuesto a ofrecer mis humildes consideraciones sobre la cuestión, a dialogar sobre El Comandante Minero.
Alberto, el autor, y yo, nos tratamos desde hace varios años con cierta asiduidad. Numerosos cafés, paseos, conversaciones con intercambio de opiniones y, en particular, la afinidad en el estudio de un tema básico general, la minería asturiana, observada desde diversos aspectos, motivo de preocupaciones e intereses comunes, plasmados en varias publicaciones de cada uno, han servido para fomentar la relación y establecer vínculos de amistad, los cuales han permitido conocer las preocupaciones intelectuales del amigo, así como los diversos sucesos, la pequeña historia que jalona nuestras vidas.
No me fuerza la amistad ni me duelen prendas para afirmar que, en mi criterio, Vilela es uno de los más importantes especialistas en lamparería minera; yo me atrevo a decir que es el más reputado experto en esta cuestión. La importancia de su capacidad investigadora en este campo se refleja – refrendo de mi aserto anterior - en sus tres obras dedicadas a la luz de las minas de Asturias, ampliadas con numerosas referencia a la iluminación en España, a través de su historia. El estudio y análisis del lampadario se complementa con su extenso conocimiento práctico del objeto de tratamiento, fruto de muchas horas de contactos y conversaciones con los encargados de su mantenimiento y conservación. Obligado resaltar la publicación por diversas revistas extranjeras de varios artículos sobre el tema en cuestión. Su continuada acción indagatoria la ha encaminado a visitar archivos y bibliotecas, museos, centros y ferias específicas del ramo, tanto nacionales como foráneas, siendo en estas últimas donde ha recibido numerosas muestras de reconocimiento por su labor, reconocimiento que, desgraciadamente, nuestra región no suele tributar a sus más conspicuos representantes.
Mas su pasión investigadora no finaliza con el estudio de las luminarias. Varios años de minucioso y paciente trabajo en el archivo histórico de la Real Compañía Asturiana de Minas, le han permitido publicar el libro Aviles: Carbón y Veleros. A través de la correspondencia de la Real Compañía Asturiana de Minas. En él, el tema básico de la obra (crónica y estudio de la clientela, fletamentos y transporte de los carbones de la citada sociedad a diversos puertos del litoral peninsular), se enriquece con numerosos datos e interesantes aportaciones a un conocimiento más exacto de determinados aspectos de la minería asturiana en el período inicial de su desarrollo industrial. Sobre idéntica cuestión y el mismo origen archivístico tiene dos libros inéditos sobre los carbones enviados a la Real Fábrica de Sargadelos y a varios puertos andaluces, en especial a Adra (Almería), con profusión de material desconocido y que podría servir para completar la historia industrial de estas importantes zonas, a mediados del siglo XIX.
Involucrado en temas relacionados con el mar, ha escrito, también, una biografía sobre Gumersindo Junquera. Este polifacético ingeniero de minas gijonés, de amplia trayectoria científica, técnica y pública, profesor y subdirector de la Escuela de Capataces Facultativos de Minas de Mieres, destacado colaborador en los trabajos científicos de su suegro, Luis Adaro, tuvo especial relevancia en las actividades marinas del puerto de Gijón, bien como importante consignatario, fletador de cargas y propietario de buques de transporte de mercancías, bien como uno de los principales instigadores del desarrollo portuario del Musel gijonés. Esperemos que su publicación no se demore más, y pueda ser editada en breve.
Hace tres meses aproximadamente, Vilela, al responder a un cuestionario veraniego efectuado por el periodista de La Nueva España, Isaac Barbón, contestó a la pregunta Si le tocara la lotería..., rotundamente: Yo creo que la lotería te toca cada día que vives. Y a fuer que Vilela los vive con intensidad, plenamente; es un volcán en plena erupción, en contraposición a un semblante y una figura que dan imagen de sosiego físico y tranquilidad mental. Amén de su colaboración, prestada generosamente, a toda actividad relacionada con el orbe minero, siempre está abierto a nuevas inquietudes, a la exploración personal de nuevos campos de investigación. La última muestra, la más próxima, la tenemos con su irrupción en la actividad literaria, cuya muestra primigenia es El Comandante Minero.
Creo obligado, una vez considerada la trayectoria de Vilela, dedicar un párrafo a la génesis de la obra que hoy se presenta. Hace varios años, en una de las múltiples charlas cafeteriles, Alberto me indicó que tenía un buen tema y que sobre él estaba escribiendo una novela. Yo le dije que si no le parecía suficiente con el trabajo que desarrollaba para adentrarse en un campo desconocido y para el que no estaba preparado. No hablamos más de la cuestión y varios meses más tarde me sorprendió con el ruego de que leyera un original de la misma.
Mis comentarios, después de su lectura, eran totalmente desalentadores para cualquier autor novel. Reconociendo el interés del tema, creía que el tratamiento dado no era novelístico, ni la estructura adoptada la adecuada. Conociendo la cabezonería de Alberto que no iba a dejar la tarea, le recomendé repensar de nuevo lo escrito y darle otra redacción. Estoy casi seguro que otros amigos a los que consultó le contestaron en términos equivalentes. Con posterioridad, en alguna ocasión, me decía que la novela seguía su curso, que iba mejorando la estructura general y el desarrollo literario. Hace pocos meses me cedió, para su lectura, un ejemplar mecanografiado de la misma. En contra de mis convicciones, la obra ya no era la misma: la trama argumental y el desarrollo novelístico habían alcanzado, en mi opinión el nivel adecuado. Vilela en una tarea concienzuda y constante, en un continuado afán de superación y perfeccionamiento, había logrado vencer los principales problemas que denota una obra primeriza. Después de lo visto me atrevo a anticipar que si el autor continúa por este camino, nos encontraremos ante un novelista de futuro.
Una vez dicho lo anterior parece oportuno introducirse en el análisis de la obra, hecha la salvedad del citado examen. Reitero que recoge las impresiones de un lector, único criterio que puedo adoptar. Sin desvelar el detalle de la trama argumental, son Vds. los que deben disfrutar con su lectura, sí es preciso efectuar un breve repaso genérico de la misma para situar las coordenadas fundamentales de la obra.
La novela es una narración autobiográfica, cerrada cuando la historia no aporta nada reseñable, en la que el protagonista cuenta de modo sencillo, tal cual su condición, las vicisitudes y experiencias que han marcado su vida.
Damián, minero mierense nacido en 1902, participó activamente, al igual que gran parte de la juventud asturiana coetánea, en los hechos más importantes del periodo más agitado y convulso de la historia próxima de nuestro país, la primera mitad del siglo XX. La guerra de Marruecos, la revolución de Octubre, la catástrofe de la guerra incivil y los recuerdos represivos de la inmediata postguerra española se presentan a nuestra visión en el correr de las páginas de la novela. En su mirada personal del devenir de los hechos, al mostrar sus propias experiencias en ellas, y aquí el valor novelístico, analiza la potencia de sus creencias y las propias contradicciones, en tensión permanente su actividad social con la realidad personal asumida, en pugna interior constante entre las decisiones que debe adoptar y la situación en que aboca a su familia, a la que ama entrañablemente y son norte y guía de su vida. A la par nos muestra el panorama de la realidad española, descarnado mas exacto, del tiempo en que transcurre la novela y es un retrato sencillo del ambiente minero que le corresponde vivir.
La estructura lineal, en lo cronológico, de la obra permite una lectura ordenada, sosegada y sencilla, sin saltos ni recovecos o disquisiciones sobre las cuestiones que tratan. Esta forma narrativa consigue que el texto se lea con agrado y la fortaleza de su trama prende en el lector desde las primeras páginas de la lectura, que suele llegar al final de un tirón. El orden temporal seguido delimita seis tramos en su desarrollo: los cuatro hitos históricos señalados ya anteriormente, un precedente, correspondiente a las vivencias más significativas de su niñez y pubertad, y un periodo final en el que se narran las vicisitudes propias y familiares en el difícil retorno a la normalidad cotidiana.
En la primera fase, el autor, mediante breves retazos sobre la vida del protagonista, de Damián, va conformando un retrato sobre la formación de su carácter, de los influjos que sobre el mismo ejercen la familia, la escuela y las relaciones sociales del entorno. Resalta el cerrado clima en que se desarrolla la vida de los pequeños núcleos rurales y la ilusión infantil de apertura a horizontes más amplios.
El cumplimiento del servicio militar, durante la campaña marroquí, servirá para que el protagonista adquiera su primer contacto y conocimiento real del mundo y de las personas que lo pueblan, con las enseñanzas que de ello se derivan, en paralelo a su aprendizaje militar, tan importante en su futuro, y la aparición de los primeros rasgos que denotan su capacidad de liderazgo. Todo ello en un marco anímico de gran preocupación y concienciación personal, resultado de las incidencias que la trama argumental va generando.
La exposición de los sucesos acaecidos y episodios vividos durante la revolución de Octubre y la contienda fratricida nos muestran a Damián, en un desarrollo importante de funciones revolucionarias y militares, no solicitadas mas asumidas de modo voluntario y con total responsabilidad. En su desempeño denotará la pureza de ideales y nobleza de sentimientos que le caracterizan, así como su incapacidad para soportar las lacras y comportamientos que en las excepcionales situaciones que vive se producen. La incidencia de la guerra incivil en su familia, premonitoriamente advertida por su esposa, servirán para adquirir conciencia de la situación real, siempre en contradicción y discrepancia con la virtualidad del utópico personal, del ideal sentido y llevado a sus consecuencias extremas.
El culmen de la obra, y sin duda, el de mejor desarrollo novelístico, se corresponde con el que denomino tramo represivo de la postguerra, el cual abarca el periodo temporal que cubre el ciclo de represión abierto al finalizar la lucha en Asturias. En él, nuestro intérprete pasará por diversas vicisitudes (huido por la comarca, entrega voluntaria en 1939, internamiento preventivo, juicio posterior, cumplimiento de condena y libertad provisional en 1940) muy bien narradas y receptoras de la tensión sufrida en unos momentos vitales en los que cada día se está pendiente de la supervivencia. Las vivencias y avatares del fugado, las múltiples dificultades por las que atraviesa, los comportamientos, de todo tipo, de familiares y próximos, las meditaciones y reflexiones del huido…, son tratadas por Vilela de forma magnífica, casi magistral diría. De idéntico modo desarrollará el ciclo inmediatamente siguiente: la presencia en la cárcel, donde cada noche se espera la lista fatal; la llamada a juicio, donde puede recibirse una sentencia irreversible; las meditaciones de un recluso que únicamente vive pendiente de una llamada o un papel. Y una vez determinada la condena, la larga contabilidad de días que faltan para recuperar la ansiada libertad. Todas estas situaciones excepcionales serán desarrolladas con peculiar maestría por Alberto Vilela, que, en estos capítulos, demuestra adecuadas condiciones para fabular con éxito.
El único reparo que yo pondría a estas páginas - fácilmente subsanable en futuras ediciones, que no dudo se produzcan - es no haber incluido un mapa del concejo en el que se reflejan los distintos refugios ocupados por Damián, señalando el orden de utilización, entre 1937 y 1939. Es difícil que un lector, desconocedor de la topografía del concejo mierense, pueda adquirir, en su verdadera dimensión, la extremada dificultad que entrañaba protegerse de la acción represiva de los vencedores, en tan escasa extensión de terreno. Quede dicho.
La última parte, en que el intérprete de la obra se reincorpora a la vida civil, reseña el difícil proceso de reintegración, las dificultades que ha de vencer el protagonista en tan arduo momento de la vida española, la superación de las mismas mediante su esfuerzo y la ayuda de la familia y de personas que consideran su alteza moral y valía personal. Todo ello redundará en la recuperación de un status razonable y conforme a sus posibilidades. A lo largo de estas páginas, a través de sus vivencias, captamos que Damián, sin renegar de sus principios, cree necesario conformar un nuevo modelo de vida en el que su familia ocupe un lugar preponderante, y a ello encamina todos sus esfuerzos. Señala también la necesidad de adaptarse a nuevos modos sociales, muy diferentes de las aspiraciones de su juventud.
Un final antológico pondrá epílogo adecuado al tiempo que le tocó vivir y servirá de enseñanza fabulística a dicho tiempo: tratar de olvidar no obliga a perdonar.
El testimonio de Damián, al menos su trayectoria vital, es un fiel retrato de una juventud que, de forma indeseada, se convirtió en protagonista de la mayor fractura de la sociedad española del pasado siglo. Es un genuino representante de una generación perdedora (desde cualquier óptica con la que se observe), convertida en actora, y testigo a la vez, de los episodios más duros, lóbregos y tristes por los que atravesó el país: antes, durante y después de la guerra incivil. Es el reflejo de una generación que le correspondió aportar voluntariamente lo mejor de sí misma, en la esperanza de conseguir un mundo más justo y mejor y, en contraprestación, recibió vejámenes, sufrimiento y muerte en respuesta. La novela nos acerca a este tipo de consideraciones, atestiguadas por el protagonista, en sus hechos y reflexiones, a lo largo de la obra.
El Comandante Minero tiene la estructura de las novelas río, en el más puro sentido manriqueño. En su desarrollo argumental encontramos tramos torrenciales, en lo que la acción se desboca, avanza a pasos agigantados, y zonas de meandros en los que la lengua de agua se aquieta hasta parecer que no existe corriente, constreñida y arrinconada por la potencia de la naturaleza. Pero, sin duda, el río continúa su trayecto, la vida sigue. Estos contrapuntos en el camino vital de Damián, sirven para mantener la acción y suscitar el interés del lector, son muestra del buen novelar del autor.
Construida con criterio cinematográfico, Vilela narra la peripecia existencial de Damián mediante la utilización de retratos fotográficos, flashes vitales de un momento determinado del protagonista. Esta técnica permite los saltos temporales sin que se pierda la ilación de la trama y la detención en aquellos instantes a los que el autor concede mayor intensidad dramática.
En la novela, expresada mediante numerosos capítulos de texto breve, en general, ajustados a la técnica seguida, se usa un modo narrativo sencillo y directo, escueto y conciso en su declaración literaria, sin recovecos estilísticos ni adornos retóricos que falseen su contenido básico. No existen concesiones en este aspecto; el protagonista cuenta los sucesos que le acaecen, su historia personal, sin pompas ni ditirambos . Esto es, en mi opinión, uno de los aciertos del autor. Damián utiliza el lenguaje adecuado a su formación y vivencias, por lo que no chirría la obra en un defecto en que suelen caer los autores noveles. Los diálogos (uno de los grandes problemas de los que inician la senda novelística) son escasos, quizás demasiado escasos, mas utilizados con prudencia y mesura. Están bien construidos e insertos adecuadamente en el conjunto de la trama y se convierten en complemento necesario de su desarrollo. Me reitero: deberían haber sido utilizados con mayor frecuencia para aprovechar la potencia de un recurso que hubiese permitido incrementar la intensidad narrativa en determinados parajes de la obra.
Parece oportuno decir algo sobre los personajes que pueblan El Comandante Minero. Por las características de la obra son escasos los personajes. Obviamente, el testimonio de Damián sobre los avatares de su vida cubren la mayor parte de la obra y el carácter coral de la misma convierte en accidental la participación de la mayoría de las personas que intervienen en los hechos relatados.
Personaje central en la obra es su familia, en la que Julia, su esposa, tiene una participación estelar, incrementada por la importancia que adquiere el devenir vital de sus hijos en la parte final de la novela. Su familia, siempre presente en la mente del protagonista, es contrapunto esencial en la perenne lucha que mantiene Damián entre sus convicciones políticas y la realidad fáctica que acarrean y los problemas y daños que a los suyos traen aparejados. Esta dicotomía, la tensión generada por esta causa, es uno de los principales motivos argumentales, subyacentes, en la novela. En consecuencia, los avatares, andanzas y penalidades de su familia ocuparán lugar preferente en el texto de la misma, adquiriendo la importancia que merecen.
Como ya he dicho, aparte de la familia, son escasos los personajes que adquieren peso en el desarrollo de la trama argumental. En este conjunto coral destaca con luz propia Tere, prima de Julia, de importante participación en el momento más trascendental de la novela. El personal secundario que interviene en los distintos lances refleja, en su mayor parte, la realidad de la vida española del momento considerado, son arquetipos singulares de ella y nos dicen mucho de la misma. Un hecho que me parece extraño es la escasa aportación que a la novela prestan los amigos del protagonista: la capacidad de apertura y liderazgo de Damián, ofrecía una amplia aportación en este campo.
Bueno, bajo la perspectiva del lector, no del crítico literario, acabo de expresarles mi visión sobre la novela que hoy se presenta. Solo me queda decir que es una historia de fácil y atractiva lectura, que al poco de iniciada la misma, la lectura del texto, uno ya desea finalizar la página para iniciar la siguiente y así, sin pausa, hasta concluir la obra.
En mi criterio, Vilela nos ha ofrecido una dignísima primera muestra de su quehacer novelístico y me atrevo a augurar, si persevera en esta actividad, interesantes aportaciones en el campo narrativo para el futuro.
Muchas gracias.
Luis Jesús Llaneza
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