El periódicu d'Uvieo La Nueva España sacó en 2002 y 2003, en fascículos, la Enciclopedia del Paisaje de Asturias; yo mandé pa ella artículos al respetive de los conceyos/concejos de Cabrales, Llanes, Ribadeva y Ribesella; el de Los Picos d'Uropa e el qu'equí vien:
EUROPA, LOS PICOS DE: Cordillera de caliza carbonífera levantada por la tectónica pirineo-cántabra; está dividida tradicionalmente en tres macizos (separación útil para clasificar más cómodamente los innumerables parajes que los integran), pero desde el punto de vista montañero y paisajístico más bien son cinco sus zonas, pues las cuencas de dos de sus principales ríos merecen formar grupo aparte. Serían, pues, cinco sus regiones:
La primera, que es la menos grande pero la más enrevesada, está constituida por la cuenca de los ríos Dobra, Jungumia y Pelabarda, que arman el relieve más salvaje de España. El Jungumia y el Pelabarda son afluentes del Dobra, que a su vez lo es del Sella.
La segunda es el Macizo Occidental, el más extenso de estos cinco grupos, pero de altitud menor que el Macizo Central. Destaca en este macizo la mole colosal de Peña Santa de Castilla (también llamada Torre Santa), que le saca unos 118 metros de diferencia en altitud a la pica que le sigue, que es Peña Santa la de Asturias.
La tercera zona es la cuenca de El Ríu de Cares, que se extiende desde Torbanes en Camarmeña hasta Posada de Valdeón; esta zona es la de mayores y más bruscos desniveles, con sus enormes y empinadísimas canales. Por comodidad a la hora de clasificar sus parajes, la Garganta del Cares se divide entre el Macizo Central (localizado al este del río) y el Macizo Occidental (al oeste).
La cuarta es el Macizo Central, con las mayores elevaciones de Los Picos de Europa: La Torre Cerredu, la Torre Llambrión, Torre Blanca, Peña Vieja, El Cuetu los Cabrones... además de la cima más famosa, que es El Picu Urriellu.
La quinta es el Macizo Oriental, así mismo extenso pero de altitudes más reducidas. Destacan en él La Morra de Lechugales y El Jisu (llamado en Sotres La Peñe Contés). La garganta del Duje separa los Macizos Central y Oriental, pero no es tan destacada como las del Dobra y el Cares.
En el relieve de Los Picos de Europa se acumulan muchos elementos valiosos, como son los numerosos picos, los lagos —escondidos muchos de ellos—, los bosques y las vegas, pero sobre todo sobresalen, como elementos singulares, los ríos, las canales, los sedos y los juracaos.
Las cuencas de sus ríos son, y aún lo eran mucho más cuando carecían de puentes, difíciles de recorrer. En Los Picos de Europa es más problemático surcar la zona baja que la alta.
La cuenca del Dobra y de sus afluentes el Jungumia y el Pelabarda, es la más abrupta. Constituye, como ya apunté, el espacio natural más salvaje de la Península, unos despeñaderos donde es fácil que un montañero desaparezca sin dejar rastro. Estos tres ríos confluyen en La Mecedura los Ríos, profundo paraje de unos 450 metros de altura al que es muy difícil acceder, debido a que las veredas de llegada serpentean por desconcertantes vericuetos repartidos sin ningún orden aparente. Las excursiones por esta cuenca encierran el fastidioso inconveniente de que tras esforzarse mucho para alcanzar uno de estos tres ríos, por la tarde debe uno regresar, ya fatigado, en ascensión y no en descenso.
No obstante, hasta el siglo XX los pastores de Amieva y de Cangas de Onís habitaban en escondidos rincones de esta cuenca. Anotaré el detalle de que los de la vega de Timarru (en Amieva) se comunicaban todas las noches con el de La Cueva la Rubia (en Cangas) haciendo sonar un cuerno. Y la vez que este último no contestó fue que se había despeñado.
Otros ríos de interesante y fragosa garganta son el Sella, el Casañu, el Cares, el Bulnes, el Duje, el Tresviso, el Corbera y el Deva.
Las canales son enormes concavidades verticales pero con una estrechura más o menos uniforme. Las hay fáciles de recorrer o difíciles, más cortas o más largas. Entre estas últimas se hallan las de la cuenca del Cares, las del Duje en su vertiente este o las que enlazan las cumbres del Macizo Oriental con los pueblos de Valdebaró en Liébana.
Hay canales muy famosas. Las más interesantes son: La Canal de Mueño, en Caín, que es la más extensa y la que encierra en su interior más veredas y canales secundarias; La Canal del Agua, la más empinada de entre las largas; La Canal de Sabugu, que es el accidente geográfico de forma más perfecta de Los Picos de Europa; La Canal de Mesones, también muy amplia. Estas cuatro canales pertenecen a la extensa cuenca del Cares.
Recorrer una canal hace posible al montañero demostrar su pericia, pues durante largos trechos debe irse averiguando la ruta a seguir, muchas veces con la angustia de que es posible no hallar la salida, lo que obligaría a desandar gran parte de la canal.
Los sedos son cortos pasos que, siempre en trepada o en destrepada, comunican entre sí los valles, las vegas y las canales. Los hay muy conocidos y los hay sólo aptos para los muy intrépidos. Son denominados senderos en Llanes, Liébana y Peñamellera.
Los juracaos son agujeros naturales enmarcados en una gran pared caliza que permiten variar el paisaje aportando luces inesperadas; a veces se puede pasar por ellos y acceder a la otra parte de una peña.
En general, el adjetivo que mejor define a estas zonas singulares de Los Picos de Europa es el de recóndito, y los colores predominantes son el blanco omnipresente de la peña caliza y el verde de vegas, bosques y camperas.
El paisaje puede ser modificado por los meteoros, y así nos encontramos con el normal del verano, con el nevado del invierno y con un tercero, muy sugestivo, el modificado por el blanco manto de la niebla, en especial cuando ésta no es muy densa y avanza y retrocede, o sea, que “marea el nubláu”, dicho en términos autóctonos.
Este paisaje está siendo alterado en algunas zonas por las pistas ganaderas, como en Tielve o Sotres, o por las obras turísticas, como en Urriellu, pero otras zonas como Bulnes o los puertos altos de Onís y Cangas de Onís permanecen en un estado más acorde con el primitivo.
Los pueblos y villas que rodean Los Picos de Europa son muy numerosos y aportan interesantes y ricos datos al panorama cultural local, regional y español, en temas como la toponimia, las hablas vernáculas, el sistema de pastoreo y la arquitectura.
La toponimia de Los Picos de Europa y otros lugares montañosos permite reconstruir parcialmente la antigua lengua cantábrica, cuya extraña pronunciación tanto llamó la atención a los geógrafos griegos y romanos que hace unos dos mil años trataron de nuestros antepasados (recordemos que el gaditano Pomponio Mela dejó constancia de que entre los cántabros hay algunos pueblos y ciertos ríos cuyos nombres no se podían pronunciar en latín).
Dicha reconstrucción es posible porque los lugares de Los Picos de Europa se hallan más lejanos unos de otros que los enclavados en otros territorios menos montañosos, por lo que se singularizan mejor. El panorama que surge es el de una antigua lengua preindoeuropea de sintaxis aglutinante más antigua que las posteriores capas celtas y latinas, las cuales también se pueden rastrear en la toponimia.
En lo relativo a las hablas vernáculas, Los Picos de Europa están atravesados por la frontera entre el dominio lingüístico asturianoleonés, que abarca todos los concejos de Asturias y León que se desparraman por Picos de Europa, y el dominio montañés, en el que se integra toda Liébana.
Esto en lo que se refiere al plano fonológico, que es básicamente el que se refiere a la pronunciación de las palabras, pero en la estructura profunda de una lengua todos Los Picos de Europa forman una unidad, pues en la totalidad de sus pueblos y villas se conoce el tercer número: en castellano escrito dos son los números, el singular y el plural, pero en nuestras hablas autóctonas existe un tercero, que es el inconcreto continuo que no se podía contar ni medir, y así se pueden escuchar expresiones como “agua fríu”, “la familia míu”, “gente (o xente) raru”, “madera coloráu” o “piedra redondu”.
El vocabulario de Los Picos de Europa es riquísimo y por ejemplo en materia de colores se pueden encontrar palabras muy interesantes: así, la piedra caliza —llamada “piedra caliar”— es con mucho la más abundante, pero la otra, la que no sirve para la elaboración de cal, recibe varias denominaciones según su color: lo robre o lo robru es lo colorado; lo pardu es lo gris, pero también puede abarcar en general diversos colores indefinidos; y lo que en castellano escrito es naranja aquí se llama mermeyu o mermeju, pero tuvo que haberse conocido hace siglos el sinónimo *naranxu, pues El Picu Urriellu, así denominado en el pueblo cabraliego de Bulnes, en el oeste del concejo costero de Llanes, desde donde se divisa nítidamente, era conocido como El Naranxu de Bulnes, debido a su color naranja.
La arquitectura tradicional, que se está perdiendo poco a poco, está ligada al sistema de explotación ganadera, que son dos en Los Picos de Europa: la vecería en Liébana y Valdeón, y el de los pueblos del norte de Asturias, donde cada familia cuidaba ella sola de su ganado.
La vecería es un sistema donde, a escala de pueblo y no de parroquia, los vecinos se organizan para que por turno —por vez, de ahí deriva el nombre– uno o dos pastores cuiden el ganado de todos los vecinos. En los puertos afectados por la vecería (los más famosos son Áliva y Liordes), el veceru duerme en chozas comunales, no en cabañas particulares con techo de teja.
En otros concejos, más individualistas, es otro el sistema: en Cabrales, Onís, Cangas de Onís, Amieva, Sayambre, Tresviso y Caín, cada familia se responsabilizaba de su ganado y acudía con él al puerto desde San Juan hasta octubre, aproximadamente. Sus puertos son muy famosos: Amuesa, El Puertu Onís, El Puertu Cangues, Mesones, Mueño, Carombu, etcétera; el más alto era el de Las Moñas, en Sotres. Este sistema es el propio del norte de Asturias, no el del sur de esta región.
En estos puertos donde se practicaba el individualismo ganadero se enclavan muchas vegas donde con el paso del tiempo se construyeron cabañas, preferentemente con techo de teja (pero también lo pueden ser con techo de tapinos, de piedras o de tablones de haya, sobre todo en el concejo de Amieva). Otras construcciones importantes son los bellares, pequeños edificios con techo cónico de hierbas, utilizados para guardar los terneros, o las cuerres, que son muros de piedra más o menos circulares empleados para mecer (ordeñar) las ovejas dentro de ellos.
Las vegas de Cabrales destacaban, en contraste con las del vecino concejo de Onís, porque a ellas subía toda la familia y no sólo uno o dos integrantes, como en Onís y en Cangas de Onís, y además por la gran cantidad de animales que a ellas llevaban, llamando en ello la atención el pueblo de Bulnes, cuyos pastores acudían hasta hace pocos años al puertu con vacas, cabras, ovejas, caballos, burros, cerdos, perros, gatos, gallinas y hasta pavos y mulos.
Por el invierno y para escapar de la abundante nieve caída en las alturas y zonas medias, los pastores solían descender a lugares bajos, como Los Beyos de Bulnes, enclavados en la garganta de El Ríu de Cares.
Hoy día, las localidades de los Picos de Europa, con una población muy envejecida y poco dinámica, se están despoblando porque los servicios, especialmente las escuelas, se concentran en las capitales comarcales, y además los pastores cada vez permanecen más en sus pueblos y no en las vegas, donde se suele estar derrumbando su cabaña. Por el momento, la ganadería se está manteniendo merced a las abultadas subvenciones que recibe pero le espera un negrísimo futuro debido al hecho de que las nuevas generaciones de mujeres prefieren trabajar en el sector de los servicios.
A partir del siglo XIX se produce el descubrimiento de Los Picos de Europa por parte de montañeros forasteros: los primeros que coronaron los picos más importantes, La Torre Llambrión, Peña Santa la de Asturias, el Neverón de Urriellu... fueron los cazadores de los pueblos circundantes, pero sus logros no obtuvieron eco, sino que durante la segunda mitad del siglo XIX a unos adelantados les dio por empericotarse en las cimas más sobresalientes. Eran gente rica que supo divulgar sus éxitos: Casiano de Prado, Aymar d’Arlot de Saint-Saud, Pedro Pidal... fue antes de la Guerra Civil cuando comenzó a visitarlos la clase media, principalmente madrileños.
Transcurridos los años de la Guerra y de la Posguerra, Los Picos de Europa se popularizaron aún más, pero las recónditas cuencas de los ríos, coincidiendo con su abandono casi total por los pastores, no empezaron a ser explorados hasta los años 80 y 90 del siglo XX por montañeros de las provincias donde se enclavan.
Pastores y guías nativos famosos fueron Eusebio Diez Pesquera, de Santa Marína de Valdeón; Juan Suari Caldevilla, de Espinama (Liébana); Gregorio Pérez Demaría, Bonifacio Sadia y Cirilo Sánchez Sadia, de Caín (León); Rafael Martínez, de Bulnes (Cabrales); Víctor Martínez y sus hijos, de Camarmeña (Cabrales); los sotrianos Juan de Moradiellos y Severo López Díaz; Blas Suero, pastor de Cangas de Onís; y José María Remis Labra, de Sotu la Ensertal (Cangas de Onís).
Aunque hoy día sean aún los pastores quienes conocen más lugares, dentro de 10, 15 o 20 años lo serán los montañeros. Ello se debe a que el pastoreo sufre una franca decadencia mientras que los montañeros cada vez recorren más apartados rincones, pues unos pocos los van enseñando a otros muchos y así se multiplica el conocimiento a cada lustro.
En la fauna de Los Picos de Europa destacan los rebecos, cuya agilísima presencia en cumbres y jogos tanto llama la atención a los montañeros; el gorrión alpino, que es un ave que vuela en la zona más alta; el buitre leonado, el halcón peregrino, el búho real, el treparriscos, el acentor alpino, la chova piquigualda, el lobo ibérico, el zorro, la trucha común, la lagartija ibérica y el tritón alpino.
En la flora sobresalen los bosquetes de laurel de la Garganta del Cares, los hayedos de El Puertu Cangues y los de El Monte la Varera y el Monte Montellué (en Bulnes, Cabrales), además de los almorzales (mostajos) aislados que se distribuyen en tantos parajes con cavidades y que son los árboles que crecen en parajes más elevados; también medran madroños, encinas, carrascos, tilos, avellanos y robles. Así mismo, se han catalogado una infinidad de flores singulares que se distribuyen por tantos rincones como hay esparcidos por macizos y gargantas; entre ellas se hallan varios endemismos regionales. No obstante, lo predominante a partir de los 1.800 metros de altitud es la roca caliza.
Los Picos de Europa son verdaderamente singulares debido a lo recóndito de su atormentado paisaje a la vez verde y calizo, lo que constituye un ecosistema muy frágil pues si —como es la tendencia actual— se señaliza todo y se abren doquiera caminos para montañeros y pistas entonces el encanto se pierde, lo que repercute negativamente en las expectativas turísticas de la comarca. No obstante, en la declaración como Parque Nacional se justifica ésta por la valía de Los Picos de Europa como representación del bosque atlántico, lo que encierra una verdad a medias, pues aunque su fauna y flora sean muy interesantes, no son únicas como sin embargo sí lo es su paisaje, que no se encuentra otro igual en los demás cordales de la Cordillera Cantábrica.
Ramón
Los Picos de Europa
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