La batalla (o no) de Covadonga
Posted: Wed Nov 08, 2017 11:54 am
LA BATALLA (O NO) DE COVADONGA
Cuyo trececentenario se va a conmemorar el año que viene aunque es muy dudoso que, de librarse, ello fuera en el año 718 de nuestra era.
En el lugar de Covadonga no tuvo lugar batalla alguna en el siglo VIII entre nativos y moros, por lo menos de gran envergadura, aunque no hay que descartar que sí se haya entablado alguna escaramuza de mayor o menor relieve.
Lo que sucedió, importantísimo, fue una resistencia continuada al invasor venido de África, por causas quizá en un momento concreto económicas o de honor —no pagar determinados impuestos o la venganza por algún agravio— pero su consolidación se debió a motivos religiosos, pues esta era la principal diferencia entre norteños cristianos (aunque probablemente la gran masa de la población solo lo fuera parcialmente) y los invasores, la mayor parte de ellos asentados en el sur de la península.
Pero las guerras se ganan en la retaguardia y lo trascendental fue que se creó, basado en la escasa población que sabía leer y escribir en latín clásico, un aparato administrativo, indispensable para vertebrar un Estado y del que siempre depende el militar: la información, abastecimiento, movilización, transporte, comunicaciones, paga y estímulo de los combatientes son los que en realidad logran las victorias. Ciertamente, ese aparado administrativo del Reino de Asturias era pequeño pero suficiente para que el pequeño reino aguantase y siglos después fuese conquistando, él o sus sucesores los Reinos de León y Castilla, las tierras de la meseta.
Los entramados políticos necesitan también, es una constante en la historia, de un aparato ideológico (es decir, propagandístico, a veces falso, en otras ocasiones fundamentado en hechos reales), que en el Reino de Asturias lo proporcionó la religión cristiana. Pieza clave de esa propaganda fue ubicar una gran batalla en un santuario cristiano, el de Covadonga, que con toda seguridad era antes de ello un lugar de culto pagano.
Santuario donde tenía su asiento una deidad que era femenina, como la de la Cueva la Mora en el vecino concejo de Llanes o Mari —y otros nombres— en distintas cavidades y montes vascos; también ha de recalcarse que los iberos, cuya lengua se sabe hoy entroncada con las del norte, poseían numerosos santuarios rupestres, algunos de ellos con manantiales en su interior. Es de sobra sabido que en muchas ocasiones el cristianismo reutilizó parajes que eran sagrados para otras religiones.
Esa religión no indoeuropea, los datos son escasos pero se cree que sus divinidades eran más bien femeninas, subterráneas (moraban en cavernas) y pacíficas, mientras que las indoeuropeas son masculinas, celestes y belicosas.
Ya el erudito griego Estrabón (3, 3, 7) nos cuenta que en nuestra tierra a los parricidas los lapidaban más allá (o lejos) de los ríos y las montañas, lo que sugiere un carácter sagrado de estos. En el concejo de Llanes, denominado Aguilar en la Edad Media, el sitio más destacado según una mentalidad previa al turismo, es El Picu Castiellu, que se alza cerca del pueblo de Soberrón y en cuya falda se enclava la Cueva la Mora, cavidad con una habitante mitológica de la que se contaban historias que llegaron hasta nuestros días, alguna de las cuales incluye posibles prácticas de una antigua religión. Covadonga, con una llamativa surgencia de agua que brota de una cueva, también destaca en el entorno.
Aguilar es un nombre que reciben en España parajes con castillos (reales o con forma de tal), como Aguilar de Campoo —con uno muy destacado edificado en una peña que domina la villa—, Aguilar (un castillo en Sabero, León), La Peña Aguilar (con muros, en Ciguera, León), Castello Aquilare (hoy Castello, El Franco [Asturias]) o Puy Aguila en Tauste (Zaragoza), mientras que en Canarias la palabra aguilar se refiere a un punto elevado singular.
Puede que el nombre derive de las águilas que portaban las legiones romanas, emplazadas en lugares sobresalientes, y que en el hoy llamado concejo de Llanes, con un lugar denominado Castro o Castillo de Soberrón en dicha Edad Media, el nombre Aguilar lo hubiera generado la notable forma acastillada del pico de Soberrón.
Mientras, en el concejo de Valdeón se alza Torre Santa ~ Peña Santa y en el de Cangas de Onís Peña Santa (no Torre de Santa María que debe de ser el nombre cristianizado que le daban en el pueblo de Caín). Tenemos, pues, en territorios bien cercanos, importantes topónimos con un posible origen sagrado precristiano.
No obstante, pese a la gran importancia histórica del Reino de Asturias, las batallas decisivas entre europeos y árabes fueron la de Poitiers y otras del sur galo. Y es que el destino de Hispania, luego llamada España, siempre dependió de Galia, después Francia, así la batalla de Alesia y la conquista del hexágono por Julio César hicieron inevitable la total ocupación del norte de Hispania por su sucesor Augusto.
Pero al revés ocurrió también: la historia de Francia se decidió en esta península, pues Napoleón labró buena parte de su derrota final cuando invadió Portugal y España y en 1914 la declaración expresa por España de neutralidad en la Primera Guerra Mundial permitió a París desplazar al frente las tropas acantonadas en los Pirineos.
Bibliografía:
Ballester, Xaviero: “Sobre el origen anindoeuropeo de los Ástures (y Maragatos)”, Palaeohispanica 2 (2002), páginas 71 a 87, página 82.
Barandiarán Ayerbe, José Miguel de: Mitología vasca. San Sebastián, 2010
Blázquez, José María: Diccionario de las Religiones Prerromanas de Hispania. Madrid, 1975.
Prado Reyero, Julio de: Un viaje histórico por el Alto Esla, segunda edición. [León], 1999, páginas 18, 67, 308 y otras.
Rodríguez Muñoz, Javier: La Monarquía asturiana. Nacimiento y expansión de un reino. Oviedo, 2004.
Sordo Sotres, Mitología de Asturias y Cantabria. Entre los ríos Sella y Nansa. [Llanes], 1991.
Trapero, Maximiano: Estructuras semánticas en el léxico de la toponimia: topónimos oronímicos de Canarias.
Valdés Gallego, José Antonio: “La toponimia asturiana del Liber Testamentorum Ovetensis”, Lletres Asturianes, númberu 61, 1996.
Ramón
Cuyo trececentenario se va a conmemorar el año que viene aunque es muy dudoso que, de librarse, ello fuera en el año 718 de nuestra era.
En el lugar de Covadonga no tuvo lugar batalla alguna en el siglo VIII entre nativos y moros, por lo menos de gran envergadura, aunque no hay que descartar que sí se haya entablado alguna escaramuza de mayor o menor relieve.
Lo que sucedió, importantísimo, fue una resistencia continuada al invasor venido de África, por causas quizá en un momento concreto económicas o de honor —no pagar determinados impuestos o la venganza por algún agravio— pero su consolidación se debió a motivos religiosos, pues esta era la principal diferencia entre norteños cristianos (aunque probablemente la gran masa de la población solo lo fuera parcialmente) y los invasores, la mayor parte de ellos asentados en el sur de la península.
Pero las guerras se ganan en la retaguardia y lo trascendental fue que se creó, basado en la escasa población que sabía leer y escribir en latín clásico, un aparato administrativo, indispensable para vertebrar un Estado y del que siempre depende el militar: la información, abastecimiento, movilización, transporte, comunicaciones, paga y estímulo de los combatientes son los que en realidad logran las victorias. Ciertamente, ese aparado administrativo del Reino de Asturias era pequeño pero suficiente para que el pequeño reino aguantase y siglos después fuese conquistando, él o sus sucesores los Reinos de León y Castilla, las tierras de la meseta.
Los entramados políticos necesitan también, es una constante en la historia, de un aparato ideológico (es decir, propagandístico, a veces falso, en otras ocasiones fundamentado en hechos reales), que en el Reino de Asturias lo proporcionó la religión cristiana. Pieza clave de esa propaganda fue ubicar una gran batalla en un santuario cristiano, el de Covadonga, que con toda seguridad era antes de ello un lugar de culto pagano.
Santuario donde tenía su asiento una deidad que era femenina, como la de la Cueva la Mora en el vecino concejo de Llanes o Mari —y otros nombres— en distintas cavidades y montes vascos; también ha de recalcarse que los iberos, cuya lengua se sabe hoy entroncada con las del norte, poseían numerosos santuarios rupestres, algunos de ellos con manantiales en su interior. Es de sobra sabido que en muchas ocasiones el cristianismo reutilizó parajes que eran sagrados para otras religiones.
Esa religión no indoeuropea, los datos son escasos pero se cree que sus divinidades eran más bien femeninas, subterráneas (moraban en cavernas) y pacíficas, mientras que las indoeuropeas son masculinas, celestes y belicosas.
Ya el erudito griego Estrabón (3, 3, 7) nos cuenta que en nuestra tierra a los parricidas los lapidaban más allá (o lejos) de los ríos y las montañas, lo que sugiere un carácter sagrado de estos. En el concejo de Llanes, denominado Aguilar en la Edad Media, el sitio más destacado según una mentalidad previa al turismo, es El Picu Castiellu, que se alza cerca del pueblo de Soberrón y en cuya falda se enclava la Cueva la Mora, cavidad con una habitante mitológica de la que se contaban historias que llegaron hasta nuestros días, alguna de las cuales incluye posibles prácticas de una antigua religión. Covadonga, con una llamativa surgencia de agua que brota de una cueva, también destaca en el entorno.
Aguilar es un nombre que reciben en España parajes con castillos (reales o con forma de tal), como Aguilar de Campoo —con uno muy destacado edificado en una peña que domina la villa—, Aguilar (un castillo en Sabero, León), La Peña Aguilar (con muros, en Ciguera, León), Castello Aquilare (hoy Castello, El Franco [Asturias]) o Puy Aguila en Tauste (Zaragoza), mientras que en Canarias la palabra aguilar se refiere a un punto elevado singular.
Puede que el nombre derive de las águilas que portaban las legiones romanas, emplazadas en lugares sobresalientes, y que en el hoy llamado concejo de Llanes, con un lugar denominado Castro o Castillo de Soberrón en dicha Edad Media, el nombre Aguilar lo hubiera generado la notable forma acastillada del pico de Soberrón.
Mientras, en el concejo de Valdeón se alza Torre Santa ~ Peña Santa y en el de Cangas de Onís Peña Santa (no Torre de Santa María que debe de ser el nombre cristianizado que le daban en el pueblo de Caín). Tenemos, pues, en territorios bien cercanos, importantes topónimos con un posible origen sagrado precristiano.
No obstante, pese a la gran importancia histórica del Reino de Asturias, las batallas decisivas entre europeos y árabes fueron la de Poitiers y otras del sur galo. Y es que el destino de Hispania, luego llamada España, siempre dependió de Galia, después Francia, así la batalla de Alesia y la conquista del hexágono por Julio César hicieron inevitable la total ocupación del norte de Hispania por su sucesor Augusto.
Pero al revés ocurrió también: la historia de Francia se decidió en esta península, pues Napoleón labró buena parte de su derrota final cuando invadió Portugal y España y en 1914 la declaración expresa por España de neutralidad en la Primera Guerra Mundial permitió a París desplazar al frente las tropas acantonadas en los Pirineos.
Bibliografía:
Ballester, Xaviero: “Sobre el origen anindoeuropeo de los Ástures (y Maragatos)”, Palaeohispanica 2 (2002), páginas 71 a 87, página 82.
Barandiarán Ayerbe, José Miguel de: Mitología vasca. San Sebastián, 2010
Blázquez, José María: Diccionario de las Religiones Prerromanas de Hispania. Madrid, 1975.
Prado Reyero, Julio de: Un viaje histórico por el Alto Esla, segunda edición. [León], 1999, páginas 18, 67, 308 y otras.
Rodríguez Muñoz, Javier: La Monarquía asturiana. Nacimiento y expansión de un reino. Oviedo, 2004.
Sordo Sotres, Mitología de Asturias y Cantabria. Entre los ríos Sella y Nansa. [Llanes], 1991.
Trapero, Maximiano: Estructuras semánticas en el léxico de la toponimia: topónimos oronímicos de Canarias.
Valdés Gallego, José Antonio: “La toponimia asturiana del Liber Testamentorum Ovetensis”, Lletres Asturianes, númberu 61, 1996.
Ramón